24 abr. 2024

La OZadía de pintar

Es el rostro oculto detrás de muchos murales artísticos y uno de los pioneros del street art en Paraguay. Generalmente fiel a la filosofía del grafitero, Oz Montanía accede, sin embargo, a salir momentáneamente del anonimato para hablar sobre lo que le apasiona: pinturas, paredes y arte.

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Revista Vida

Por Silvana Molina / Fotos: Javier Valdez

Aquel niño que descubrió lo que era un grafiti a los 11 años –cuando se juntaba con amigos del barrio que practicaban skate en aquella peatonal de Fernando de la Mora– es el mismo que hoy despliega un arsenal de colores en murales de distintos lugares del país y el mundo, a donde lo invitan para hacer lo que sabe: plasmar en ellos ideas, figuras, personajes, paisajes, conceptos.
Sus armas: envases de pintura en aerosol y creatividad. Su nombre: Oscar Montanía, una identidad que sin embargo fue quedando relegada a medida que iba emergiendo otra que se impuso a fuerza de talento: la de Oz, el artista.

–¿Te considerás grafitero?
–En realidad no, en el sentido estricto de la palabra, porque los grafitis siempre tienen letras y son ilegales. Esa es como una especie de regla implícita del grafiti. Yo creo que para llamarte grafitero o graffiti writer, tu actividad principal tiene que ser pintar grafiti tradicional. Lo que yo hago es más muralismo contemporáneo, street art, arte urbano.

–Pero hiciste grafitis en algún momento...
–Prácticamente todos los que pintamos en la calle comenzamos haciendo letras. Yo empecé con mis tags y bombs. Luego seguí con personajes y después ya pasé directamente a los murales figurativos. Eso es lo que más hago ahora.
Mucha gente siguió un camino similar. Pero hoy es diferente de lo que era antes: en un principio la gente que estaba interesada en el grafiti o el muralismo venía a través de la cultura del hip hop o del grafiti tradicional. Ahora hay personas que vienen desde Diseño Gráfico o de las Bellas Artes, por ejemplo.

PRUEBA Y ERROR
Desde aquellos primeros trazos grafiteros que plasmó en las paredes de su barrio de infancia, en Fernando de la Mora, Oz fue pasando por distintas modalidades de arte urbano, hasta llegar a los murales.

–¿Qué fue lo primero que pintaste?
–Probablemente era un Bart Simpson. Después me gustaba pintar logos de bandas punk. Luego comencé a ver que había otras personas que también hacían algo similar. Eran muy pocas y no nos conocíamos entre nosotros, pero ya identificaba sus tags. Por ejemplo Saturn, Joma, Legacy o Diestro.

–¿Cómo aprendiste a hacer lo que hacés?
–Toda la primera camada de gente que pinta acá en la calle es autodidacta. Fue aprender por cuenta propia, un proceso lento, porque además, durante muchísimo tiempo acá no había materiales para pintar, y los pocos que conseguíamos teníamos que comprarlos de afuera.
En un principio, lo más interesante fue aprender el dominio de la lata (aerosol), el can control. Es algo que lleva muchos años, conocer bien el material con el que estás pintando. Eso no se aprende de la noche a la mañana, y si nadie te lo enseña, te lleva más tiempo. Cometés muchísimos errores para aprender cómo presionar la lata, por qué se tapan los picos, cómo hacer que sea más versátil el manejo, cómo mezclar colores y lograr otros.

–¿El artista urbano trabaja solo?
–Pintar es un ejercicio individualista, de alguna manera. Pero a la vez es algo que te une a mucha gente que hace lo mismo; entonces hay como una cosa comunitaria también ahí, se forman crews, que son grupos de personas que taggean con el mismo nombre, hay un sentido de pertenencia.

–¿Hay rivalidades entre esos grupos?

–Es parte de las reglas, suele haber un poco de competencia, pero no es como en otros países. Más bien es una especie de juego, de deporte urbano, en el que entrás, tenés tu seudónimo y tenés que probar cuán bueno sos. Y es interesante porque eso le da a mucha gente ganas de pintar en la calle: que conozcan su trabajo. Porque si te gusta pintar en un lugar público, también te gusta mostrar lo que hacés.

PERMISO PARA CREAR
–¿Alguna vez pintaste ilegalmente?
–Cuando era chico sí, era más atrevido, pintaba sin permiso en lugares que eran más públicos. Un par de veces tuve que volver a tapar lo que hice para evitar problemas. Un caso particular fue muy gracioso, porque el cuidador de un lugar grande, donde se estacionaban autos, nos vio pintando y llamó a la comisaría. Los policías nos siguieron y nos dijeron que si no queríamos que nos denunciaran, teníamos que tapar lo que hicimos. Entonces tapamos. Pero al día siguiente hubo un partido, un clásico, y los hinchas le escribieron por todo el muro.
Con el tiempo, sin embargo, empecé a querer más tiempo para pintar. De todos modos, pintar sin permiso es siempre parte eventual de la rutina. Hay que mantener vivo eso.

–¿Tus trabajos tienen alguna característica en particular?

–Me gusta tocar temas de cultura popular o de leyendas indígenas, de pueblos nativos. También me gustan mucho los colores. Los comics y el grafiti tradicional tienen una gran influencia en mi forma de pintar. Mi paleta de colores y mi forma de componer le deben mucho al cómic.

–¿Qué es lo que más disfrutás de hacer arte en la calle?
–El hablar con la gente durante el proceso. Si el mural está a nivel del suelo, muchísimas personas se paran a hablarte. A algunos muralistas les incomoda, pero si te encontrás en un espacio público, tenés que estar listo para que eso pase todo el tiempo. Para mí, lo mejor es escuchar lo que la gente piensa, cómo interpreta lo que ve. O simplemente saber que les agrada. Eso es genial: personas del barrio que vienen con tereré, con cerveza, con lo que sea, como muestra de agradecimiento. Son cosas invaluables y que no te pueden pasar en un estudio encerrado. Solo en la calle.

LIENZOS AL PASO

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Revista Vida

–¿Es difícil encontrar dónde pintar?

–En Paraguay hay muchísimos lugares abandonados: estacionamientos, casas, edificios; un montón de lugares baldíos.

–¿Sentís que te llaman las paredes cuando pasás y ves alguna interesante?
–Tal cual. Los muralistas y grafiteros tenemos el teléfono lleno de fotos de muros que nos pueden servir. Siempre miramos las paredes y muros con otros ojos.

– ¿Qué es lo más complicado a la hora de hacer un mural?
–Todo depende del lugar. En el caso de los edificios, hay una logística un poco más compleja, porque implica movilizar diferentes tipos de maquinarias, plataformas de altura, grúas, torres monomástiles, bimástiles, plataformas colgantes. Un montón de cosas que te exigen que sepas también algo sobre sobre seguridad en alturas. El lugar te impone las condiciones y tenés que ser flexible a eso. Pintando a la intemperie no hay comodidad: se podría decir que es algo que está entre la albañilería y el arte.

–¿Qué diferencia ves entre el muralismo de Paraguay y el de otros países?
–Tenemos un largo camino por recorrer, porque los otros países de la región tienen como 35 años de grafiti en sus ciudades y hay generaciones y generaciones de personas que pintaron antes; entonces, hay referentes. Acá, sin embargo, nosotros somos nuestros propios referentes. Todavía no existe una identidad clara. Hay expresiones personales pero todavía falta para que algo se distinga como la forma de hacer grafiti del Paraguay.

BATALLA DE COLORES

–¿Hiciste o hacés muralismo como modo de protesta?
–Un par de veces. Por ejemplo, cuando fue lo de Curuguaty o durante la campaña por las elecciones municipales. Me acuerdo que nos taparon como quince murales con propaganda política, entonces nosotros íbamos y volvíamos a tapar eso con murales. En otra ocasión llegamos a llenar de stencils de cucharacha la ANR (Asociación Nacional Republicana).

–Si hoy tuvieras que hacer un mural protestando contra algo, ¿qué tema elegirías?
–La verdad, cuando una persona es conciente, tiene sentido común y un criterio, es imposible que pasen despercibidas las cosas que suceden acá en Paraguay. Hay demasiado que está mal, pero tampoco podés embanderarte con todo; si no, siempre vas a estar protestando, eso puede ser exasperante. Estamos todos de acuerdo en que hay un montón de cosas mal, pero uno elige por qué protestar.

–¿Tuviste que enfrentar prejuicios por lo que hacés?
–Yo sé que el street art no es reconocido dentro de las disciplinas de arte, pero eso nunca fue un problema. Tampoco es que queremos entrar dentro del establishment de arte. Siempre fue algo periférico, algo a contracorriente de lo establecido.
Pintar en la calle implica, por un lado, cierto reconocimiento, y por otro, la libertad de hacer lo que quieras. Estás frecuentemente regalando tu trabajo en la calle. Y creo que no hay otra manera de ser más libre que eso.

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Productor de imágenes
Oscar Saúl Montanía Villar (31) es asunceno. A los 17 años empezó a dibujar comics. Estudió la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad Católica. “Era lo más cercano a lo que me gustaba”, explica. Luego trabajó durante mucho tiempo en varias editoriales y publicitarias, en el área de diseño y dirección de arte.

Participó y pintó en diversos tipos de encuentros de arte urbano en ciudades de Argentina, Brasil, Bolivia, Perú, Colombia, Chile, entre otros.
Hace un año abrió la primera tienda de grafitis del Paraguay (Powerline Shop), donde vende pinturas y todo tipo de materiales para pintar en la calle, en sus diversas modalidades.
Organizó -conjuntamente con la Dirección de Centro Histórico de la Municipalidad de Asunción y la productora Planeador- el festival de arte urbano Latidoamericano en Paraguay, que se realizó en agosto de este año en Asunción, con la participación de 40 muralistas de distintos países.
Él se define como “alguien que produce imágenes en diferentes formatos, tamaños y medios”.’

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LENGUAJE STREET ART
● Tags: son las firmas con los seudónimos de los grafiteros o writers.
● Bombs (bombas): son piezas de dos colores, muy sencillas, que se hacen rápidamente.
● Stencil: plantillas cortadas sobre acetato o cartón que se usan para pintar.
● Paste up: imágenes impresas y troqueladas que se pegan a las paredes.

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Un latido que dio vida

“Hicimos una evaluación con todo el equipo de producción de Latidoamericano (el festival de arte urbano que se realizó en Asunción en el mes de agosto) y estamos muy satisfechos con los resultados, ya planificando lo que va a ser el año que viene. La respuesta favorable fue muy grande y nos dio muchísimo ánimo para seguir armando intervenciones de ese tipo, porque vimos que la gente valora y aprecia lo que se hizo, porque le cambió la cara a la ciudad, hubo nuevas actividades, como los recorridos en familia o los tours. Entonces, nos dimos cuenta de que sí se puede tener un impacto positivo con unos cuantos milímetros de pintura encima de las paredes”.