“La RDC ha entrado en un periodo de riesgo extremo para su estabilidad”, aseguró ante el Consejo de Seguridad el representante de la ONU para el país, Maman Sambo Sidikou.
Según el diplomático, la crisis electoral se ha convertido en una “crisis constitucional” y no hay visos de ningún tipo de resolución inmediata.
“Los actores de todos los bandos parecen más y más dispuestos a recurrir a la violencia para lograr sus fines, mientras que el espacio para una actividad política constructiva se ha reducido aún más”, dijo Sidikou.
“Si esta tendencia continúa, creo que una violencia a gran escala es inevitable”, aseguró, y advirtió que la misión de la ONU en el país no tendría capacidad para proteger a los civiles.
El enviado de Naciones Unidas dejó claro que los intentos de diálogo han producido por ahora pocos resultados y pidió a los miembros del Consejo de Seguridad utilizar su influencia para animar a las partes a avanzar.
En las últimas semanas, Kinshasa, la capital de la RDC, ha vivido violentas protestas para pedir la dimisión del presidente, Joseph Kabila, en las que han muerto decenas de personas.
Las manifestaciones responden a las aspiraciones de Kabila de perpetuarse en el poder pese a haber cumplido con los dos mandatos que le permite la Constitución.
Kabila ha dirigido el país desde 2001, cuando llegó al poder tras el asesinato de su padre, Laurent-Désiré Kabila, y ha vencido en las dos elecciones presidenciales celebradas hasta el momento (2006 y 2011).
Llamado a dejar su puesto tras dos mandatos de cinco años, límite fijado por la Constitución congolesa, Kabila podría convertirse en otro de los líderes africanos que intentan perpetuarse en contra de la ley, como sus homólogos de Burundi, Pierre Nkurunziza, o Ruanda, Paul Kagame.
Las elecciones presidenciales estaban previstas para diciembre, pero tanto el Gobierno como la Comisión Electoral (CENI) han abogado por retrasarlas porque el censo electoral está desfasado, lo que ha generado grandes críticas entre la oposición.