18 abr. 2024

La nueva onda de combatir el planillerismo

Al otro lado del silencio

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El periodista Andrés Colmán Gutierrez. | Foto: Archivo.

La palabra “planillerismo” ni siquiera existe en el diccionario de la Real Academia Española (aunque si “planillero”), pero en nuestro país se está utilizando más que nunca, en la calle, en los titulares periodísticos y en los discursos políticos oficiales.

Fue creada quizás por la inventiva popular o por la dinámica simplificadora de la prensa. Probablemente termine siendo incorporada como “paraguayismo” al castellano universal, pero más interesante resulta el fenómeno sociopolítico y cultural que genera.

En México los llaman “aviadores”, porque “tocan tierra” una vez al mes para cobrar el sueldo. En Argentina les dicen “ñoquis”, ya que allí esta comida se sirve cada día 29, fecha en que estos personajes aparecen para retirar su salario. En Brasil son “empregados fantasmas”, de incorpórea presencia. Aquí son “planilleros”, porque figuran en las planillas de sueldos sin trabajar.

El delito (que jurídicamente se llama “cobro indebido de honorario”) no es nuevo. Existe desde hace décadas o siglos, como uno de los tantos modos de robar dinero público por parte de autoridades y políticos corruptos.

En realidad lo nuevo es la ola de denuncias periodísticas sobre innumerables casos, las reacciones de indignación que provocan en la ciudadanía y la obligada actuación de las autoridades para aparentar combatir y disminuir este flagelo, aunque ello signifique destituir a gente que ellos mismos colocaron en esos privilegiados puestos ilegales.

Hasta hace poco, en la particular cultura paraguaya, ser “planillero” no era mal visto. Por el contrario, era considerado una cuestión de estatus social, de buenos contactos en el poder. Es algo que se institucionalizó en los predominantes gobiernos colorados, pero que se adoptó también en gobiernos liberales, como en los más escasos espacios de centro y de izquierda.

Los muchos hombres y mujeres que gozan de un sueldo del Estado o de gobiernos regionales sin necesidad de tener que trabajar, compartían impunemente en las redes sociales sus fotos en la playa o en el gimnasio, en horas laborales, con pose de winners (ganadores), burlándose de los demás comunes mortales, infelices losers (perdedores).

Pero algo cambió positivamente, de un tiempo a esta parte. Hubo investigaciones periodísticas sobre niñeras de oro, caseros parlamentarios, secretarias vips, asesores y asesoras coleccionistas de rubros millonarios. Hubo leyes de transparencia y acceso a la información pública que permitieron destapar con más facilidad las ollas de la corrupción. Hubo indignación ciudadana en internet, en calles y plazas. Hubo escraches a los sinvergüenzas y, sobre todo, hubo el tsunami estudiantil de #UNAnotecalles.

Es así como la Fiscalía y la Justicia hoy tienen que investigar y sancionar algo que siempre supieron que existía, aunque en varios casos signifique investigarse y sancionarse a sí mismos.

Es así como el propio presidente de la República debe exigir a sus ministros que verifiquen si tienen o no planilleros, y que por primera vez en la historia, procedan a desvinculaciones masivas.

Es la nueva onda de combatir el planillerismo, viejo.

Veamos cuánto dura.