Los primeros cristianos, que eran verdadero fermento en un mundo descompuesto, lograron que la fe penetrara en poco tiempo en las familias, en el Senado, en la milicia y hasta en el palacio imperial. Sin excentricidades, como fieles corrientes, podemos mostrar lo que significa seguir de cerca a Cristo. Nos han de conocer como personas leales, sinceras, alegres, trabajadoras; nos hemos de comportar ejemplarmente en la vida familiar y social: cumpliendo con rectitud nuestros deberes y actuando serenamente, como hijos de Dios.
El papa Francisco dijo, durante una homilía dominical, que “la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad”, porque “las familias cristianas son familias misioneras”.
“Quisiera preguntarles a ustedes, queridas familias: ¿Rezan alguna vez en familia? Algunos sí, lo sé. Pero muchos me dicen: ¿Cómo se hace? La oración es algo personal, y además nunca se encuentra el momento oportuno, tranquilo”, dijo el Santo Padre.
“Rezar juntos el Padrenuestro, alrededor de la mesa, se puede hacer. Y rezar juntos el rosario, en familia, es muy bello, da mucha fuerza. Y rezar el uno para el otro”, aseveró.
Para el Papa, si falta el amor de Dios, también la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. Por el contrario –subrayó–, “la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para la sociedad”.
(Del libro Hablar con Dios, de Francisco Fernández Carvajal, y http://elpreg.org/main.asp).