Ahora los tiempos han cambiado.
Por supuesto que la policía sigue torturando cuando le place y tengo fotos de uno de estos hechos torturando “de facto” en la Comisaría 24 en el Bañado Sur.
Pero, por lo general, han sido sustituidos por un entramado de leyes penales que cayendo sobre los que molestan al sistema los inutilizan con imputaciones o los encierran con sentencias injustas por 30 años, dándoles, como a Rubén Villalba, otros cinco por si acaso. Son inocentes. Pero qué fácil es entrar en esto y una vez entrado ya no se sale. El último caso es el de Curuguaty en Marina Cué.
Por supuesto que todo esto tiene su costo para el sistema. El Palacio desde donde se imparte se llama el Palacio de la in-Justicia. Jueces y fiscales ya no tienen credibilidad. Hacemos que llegue pronto el día en que sean castigados y ellos entren en Tacumbú. Todos saben que las condenas se venden y compran por los que tienen plata. Y, sobre todo, por la impunidad se cumple aquello de San Agustín: “Un país donde no haya Justicia, se convierte en una cueva de ladrones”.
Frente a esta nueva táctica, ¿qué puede hacer el ciudadano honesto organizado para que su tiempo de vigencia acabe ya?
Sinceramente hemos de decir que estamos en búsqueda. Por eso, se acude con frecuencia a la Comisión de Derechos Humanos de la OEA pidiendo auxilio.
Pero, también “desde dentro” iniciamos acciones. La carpa de la Resistencia de Curuguaty, siempre viva y actuante en la Plaza de la in-Justicia, es una de ellas.