18 abr. 2024

La globalización de la indiferencia

Por Gustavo A. Olmedo B.

Quizás uno de los reflejos más claros y contundentes de la “deshumanización”, que silenciosa pero aceleradamente penetra y caracteriza a nuestras sociedades y sus relaciones, sea la indiferencia. La vivimos cada día. Nos comportamos con indiferencia ante las realidades más dolorosas como una opción de comodidad que garantiza una “estabilidad” de amplio espectro, o como mecanismo de defensa para no sucumbir ante la magnitud de la violencia, el mal y la destrucción que se presentan ante nuestro entendimiento.

Pero esta actitud también marca el ritmo de la política y la diplomacia actual. Este es caso de la postura que asumen las naciones y los líderes mundiales, ante la violencia desatada en Oriente Medio, y que revela esta preocupante realidad. En estos momentos la mayoría de los países y las sociedades son testigos mudos y pasivos de expulsiones forzadas y masacres de cristianos, yazidis y otras minorías en esta conflictiva zona; de dolorosos secuestros, asesinatos a sangre fría y torturas –incluso de mujeres y niños– de parte de los extremistas del Estado Islámico (grupo yihadista de Irak y Siria). Los actos criminales indescriptibles que cometen estos grupos, como decapitaciones, ahorcamientos, mutilaciones de genitales, son una “vergüenza para la humanidad”, como bien lo calificó el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, el que también solicitó a los líderes musulmanes que condenen la violencia y persecución que sufren estas minorías religiosas y étnicas.

Las naciones y grupos que no aceptan ni valoran la pluralidad religiosa y cultural no construyen la paz y se cierran al siempre rico acontecimiento humano del encuentro con “el otro”, aquel que es distinto pero al mismo tiempo siempre semejante.

En una realidad tan compleja como la de Medio Oriente, se torna difícil definir a los responsables de los hechos, o saber quién tiene la razón. Lo que sí está claro –como lo dicen las familias que huyeron de sus hogares– es que cuando se usa la violencia todos se equivocan.

A esta altura de las circunstancias, vale reflexionar sobre el llamado del papa Francisco, a “no ceder a la globalización de la indiferencia”, acostumbrándonos a la guerra y la muerte que sacude a estos pueblos. Terminar como anestesiados al dolor y el sufrimiento de otros hombres, por más alejados y diferentes que parezcan, no sería lo más recomendable. Desterrar esa exigencia inextirpable de justicia y de verdad que llevamos dentro y nos hace humanos, es una decisión poco inteligente, pues el riesgo es terminar como tristes muertos vivientes.

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