25 abr. 2024

La falta de desagüe pluvial refleja el desinterés de las autoridades

Las intensas lluvias y tormentas que provocan raudales, caídas de árboles e interrupción de servicios básicos no solo dejan a Asunción y las ciudades vecinas en deplorable estado sino que ratifican la incapacidad de los administradores de la cosa pública en tomar a tiempo decisiones que permitan reducir al mínimo el impacto de los temporales. Es lamentable que las autoridades del Gobierno Central y de las municipalidades hasta ahora, en forma orgánica y coordinada, todavía no hayan planteado una solución global para la capital y su área metropolitana. Esa actitud evidencia que el bienestar de las personas que merecen ser protegidas de las inclemencias meteorológicas no constituye el foco para ellas.

Asunción y su entorno inmediato —Lambaré, Fernando de la Mora, San Lorenzo, Ñemby, Mariano Roque Alonso, Luque y otras ciudades— tropiezan con dos problemas graves: un alto porcentaje de ausencia de infraestructura física para que el raudal se escurra por cañerías subterráneas y el pésimo estado en el que se encuentran las muy pocas que existen.

Hasta ahora las autoridades municipales —que son las que tendrían que liderar un proceso que beneficie a sus comunidades— han pensado en tamaño de aldea, no se han atrevido a pensar en términos de ciudades que requieren equipamientos imprescindibles para que sus habitantes vivan mejor, sin que el peligro les aceche cada vez que cae un diluvio como el que se tuvo en la semana pasada.

Todos saben muy bien que, cíclicamente, el fenómeno El Niño acarrea serios inconvenientes a los conglomerados humanos porque se incrementa la precipitación pluvial y también aumenta su intensidad.

El resultado es el ya consabido: baches que se transforman en pozos en medio de las calles, asfaltados que se retuercen y se levantan, cortes de agua y energía eléctrica, árboles que cierran el paso o caen sobre techos y otros problemas que forman parte del libreto de los temporales.

Si las autoridades municipales y las del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC) que se han sucedido hubieran pensado en términos de servicio a las comunidades, gradualmente hubieran ido subsanando la carencia de desagües pluviales. El 80 por ciento de la superficie de Asunción está desprotegido. Ni qué decir los municipios aledaños donde muchos intendentes y concejales ni siquiera han considerado la posibilidad de poner en marcha mecanismos que permitan contar con el indispensable servicio de despeje de las aguas a través de cañerías.

La falta de compromiso de las autoridades del Gobierno nacional y de los gobiernos locales es lo que hace que en Asunción y la Gran Asunción —que alberga a alrededor de 2 millones de habitantes, el 30 por ciento de la población total del país— el fenómeno climatológico desbocado se sienta con particular vehemencia.

El intendente electo de Asunción, Mario Ferreiro, dijo que la capital necesita de unos 200 millones de dólares para que el desagüe pluvial sirva en un 100 por ciento. Y la Gran Asunción necesita aproximadamente otros 300 millones según estimaciones hechas alguna vez.

Más que la falta de dinero, lo que atrasa a Asunción y su entorno es la pobreza de visión de la mayoría de sus gobernantes. En sus cálculos no entra para nada que hay que actuar con coraje, inteligencia y honestidad para que la gente tenga respuestas sustentables.

Es de esperar que los nuevos intendentes y concejales dejen de lado la tradición conservadora y corrupta y piensen con sentido de futuro en la necesidad de solucionar los problemas de las ciudades.

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