Contar historias es parte de la naturaleza humana. Hacerlo de la manera más ecuánime, justa, inteligente y clara es la responsabilidad que tiene todo periodista frente a sus lectores, oyentes, televidentes e internautas.
Hoy es el Día del Periodista paraguayo por recordarse la aparición del primer periódico nacional de la mano de su director, el entonces presidente de la República Carlos Antonio López.
En lo que algunos denominan la primera Constitución del Paraguay, ya se ponía una trampa cuando se afirmaba que la difusión de las ideas era libre, solo que la importación de la imprenta debería “ser aprobada por el Superior Gobierno” o sea López. Eran otros tiempos, claro, todavía faltaría mucho para discutirse el conflicto de intereses hasta llegar a la Constitución del 92, que impide que todo propietario de medio se candidate a ningún cargo político de manera a no usar su poder o su prestigio en detrimento de otros propuestos que no manejan empresas periodísticas.
La Constitución, hay que recordarlo, es previa a internet que desde 1996 para adelante cambió toda la ecuación de la información y grandemente el poder político, económico y social.
Los periódicos deben sobrevivir ante una pérdida de lectores hoy acostumbrados a informarse en 140 caracteres de twitters, en las versiones digitales de los diarios, en los resúmenes de radio y televisión.
Nuestros lectores jóvenes usan menos de 200 palabras para comunicarse en un idioma español de más de 300.000 términos. Casi habría que explicar todo lo que se escribe y se dice... Hoy no requerimos de ninguna telefónica para hablar con alguno cercano o lejano conocido o no y, además, es gratis con una conexión de internet. En este tiempo corto de dos décadas murieron el telégrafo, el mimeógrafo, beepers, el fax está cerca de hacerlo... Los hombres ricos en el mundo, como Zuckerberg, Gates o Jobs, son de este negocio y no más “los Hearst y otros citizen kanes” en el mundo.
Estamos en una nueva era. Ya no somos los únicos intermediarios entre la noticia y los receptores. Laswell es historia con su emisor-mensaje-receptor. La galaxia Gutenberg, de McLuhan, vive entre nosotros para retratar el inicio de un nuevo ciclo en la historia del mundo. Los paraguayos —aunque sea una perogrullada— somos parte de este tiempo que cambia.
Lo que sí permanece igual, y seguirá así, es la necesidad de los intérpretes o los exegetas de la Antigüedad, que nos permitan entender las cosas que pasan y por qué pasan. En ese sentido, hay mucho por hacer desde el periodismo, pero requerimos profundidad y rigor. No podemos tener un “océano de conocimientos con un centímetro de profundidad”, como definió el periodista boliviano Carlos Mesa Gisbert. Es un oficio cada vez más especializado y demandante de conocimientos en el siglo donde este valor representa el 66% de la riqueza mundial. Requerimos gente que haga comprender lo que pasa, que no le tema a la complejidad de los cambios, que no subestime y trate de idiota al receptor contándole el robo de una gallina en un vecindario marginal haciéndolo pasar como noticia escandalosa un tema baladí en televisión. Requerimos de un periodismo del lado de la gente que entienda su sentido de servicio y no su fascinación con el poder.
Si lográramos hacer eso con la misma pasión con la que nació este oficio, evidentemente el periodismo y el periodista seguirán teniendo una vigencia saludable, necesaria y útil para todo un país, y volverá a tener sentido su razón original de buscar la épica y la estética al mismo tiempo.