Las noticias económicas sobre los países vecinos no son alentadoras. Las proyecciones del FMI para el 2015 indican que la economía argentina continúa en recesión con una caída del PIB del 1,5% y un estancamiento de la economía brasileña con un crecimiento del 0,3%.
El origen de los problemas se encuentra en las políticas económicas expansivas que han seguido los gobiernos en la última década, en el marco de una abundancia de recursos generada por el boom de commodities y la amplia disponibilidad de capitales a tasas de interés muy bajas.
Si bien el origen es el mismo, el nivel y la extensión de las políticas expansivas han sido diferentes entre ambos países.
En el caso de la Argentina, una expansión desenfrenada del gasto público en un modelo económico populista de subsidios generalizados financiados inicialmente con aumento de impuestos a las exportaciones de commodities y luego con la nacionalización de los fondos jubilatorios del sector privado.
Finalmente, acabados estos recursos y sin poder obtener financiamiento externo, el Gobierno argentino empezó a utilizar la emisión inorgánica de dinero y el consecuente impuesto inflación que está carcomiendo los ingresos de los argentinos más humildes.
En el caso del Brasil, la expansión del gasto público fue más moderada en el marco de una Ley de Responsabilidad Fiscal y una meta de superávit de las cuentas fiscales. Sin embargo, realizaron importantes aumentos de salarios y promovieron un fuerte ingreso de capitales externo con altas tasas de interés que alimentaron una expansión del crédito doméstico.
En ambos casos, las políticas económicas aceleraron el consumo, el gasto interno y el endeudamiento y generaron un crecimiento de los sectores no transables y de servicios de la economía, con más empleo e ingresos para grandes segmentos de la población.
Sin embargo, estas políticas son insostenibles porque se basaron en condiciones externas muy favorables que históricamente han sido transitorias.
Como en ocasiones anteriores, los precios de commodities han bajado a sus niveles más permanentes de largo plazo y las condiciones de financiamiento internacional están volviendo a su normalidad. Esto implica que los tiempos de bonanza terminaron.
Por lo tanto, las malas noticias económicas de hoy se deben a la necesidad de ajustar el gasto, tanto público como privado, al nuevo nivel de ingresos marcados por los precios de commodities actuales y porque es necesario pagar intereses más altos por la deuda externa acumulada en estos años.
En el Brasil, el ajuste requerido es principalmente de carácter estructural. Es necesario incrementar la productividad para sostener salarios más altos y mejorar el crecimiento potencial de la economía.
Sin embargo, en el corto plazo es necesario recuperar la confianza en la política macroeconómica del país y para ello es fundamental recuperar la meta de superávit fiscal primario. Estos ajustes ya están en implementación por el nuevo equipo económico del Gobierno.
En la Argentina, el ajuste requerido es principalmente macroeconómico, pero de mucho mayor extensión porque los desequilibrios son más grandes y requiere de un cambio de orientación de la política macroeconómica que llevará varios años y seguramente será encarado ya por el próximo Gobierno.
Con estas experiencias de los vecinos se ratifica nuevamente que políticas económicas insostenibles generan únicamente mayor inestabilidad y ciclos económicos con fluctuaciones más grandes.
Por estas razones, siempre debemos ser prudentes con la política de gasto y de deuda. Hubiera sido mejor para ellos ahorrar en los años de bonanza para utilizarlos en estos años y crecer de manera sostenida y sin sobresaltos. Aprendamos y evitemos cometer los mismos errores.
(*) Economista de Desarrollo en Democracia (Dende). Ex ministro de Hacienda.