Por Andrés Silva, Teletón
Y lastimosamente en estos días que llevo recorriendo el país en plena campaña de Teletón (a pesar del gran apoyo que recibimos y de los altos índices de confianza en la Fundación, que alcanzan un 88%, según los estudios con los que contamos) pude sentir que la confianza está profundamente dañada en nuestra sociedad. No solo desconfiamos de casi todos los demás sino hasta de nosotros mismos. Tantos años de promesas incumplidas y de decepciones por parte de nuestras autoridades y líderes de varios sectores de la sociedad nos han sumergido en un terreno en el que nadie puede estar plenamente seguro de que hay proyectos serios y realmente transparentes.
Aunque estos proyectos muestren resultados significativos, aunque rindan cuentas y aunque sigan creciendo, siempre aparece ese pensamiento que nos dice: “Seguramente algo habrá detrás”, y a partir de ahí nuevamente el pesimismo y la desesperanza nos invaden para teñir nuestras miradas.
La desconfianza nos carcome porque nos desconecta del otro, de nosotros mismos y de aquello que podemos alcanzar. Es una especie de virus que se multiplica y que nos paraliza y, para peor, un virus que corre mucho más rápido gracias a que estamos hiperconectados a través de las redes y de la tecnología. Hoy cualquiera puede escribir o decir grandes barbaridades a través de las redes, sin ningún tipo de rubor o consecuencia. Surgen titulares sin sustento ni fuentes fiables que poco a poco van instalando juicios que nada tienen que ver con la realidad. Y no es fácil lidiar con esto...
Ante este panorama propongo algo: Desarrollar una confianza inteligente; aquella que es capaz de nutrirse de información certera y fiable para que podamos sacar nuestras propias conclusiones... Busquemos ese punto medio donde está el equilibrio. Es urgente aprender a hacerlo... ¡Hagámoslo antes de que sea tarde!.