24 abr. 2024

La depredación del Chaco

Guido Rodríguez Alcalá

Concuerdo plenamente con lo que dijo Horacio Cartes en la ONU: los países más avanzados deberían asumir una responsabilidad mayor con el Acuerdo de París.

Como nada es bueno o malo por entero, los más avanzados han sido también los que más gases de efecto invernadero han echado a la atmósfera, bien común de toda la humanidad.

El primer contaminador es China y el segundo, los Estados Unidos; aunque las dos potencias llegaron a un acuerdo muy atinado durante el gobierno de Obama, Trump se apartó de la línea de su antecesor, algo negativo para su país y los demás países. Por suerte, existen en los Estados Unidos grupos y personas decididos a impedirle que lleve a cabo su programa antiecológico.

Al manifestar su adhesión al Acuerdo de París, el Gobierno paraguayo ha hecho lo que debía hacer.

Ya no es posible negar el cambio climático, patente en la frecuencia e intensidad de los huracanes del Caribe; los que más cobertura han tenido, aunque no hayan sido los únicos: también el Asia se ha visto azotada por temporales e inundaciones.

Que aquí no tengamos ese tipo de tormentas no significa que no tengamos problemas ambientales. Lo que pasa es que un huracán con vientos de 300 kilómetros por hora y olas gigantes atrae la atención más que la deforestación o la degradación de la tierra, que se dan en forma gradual; que se ven menos, literalmente.

En esto, el Paraguay tiene serios problemas, que el Gobierno debe encarar, para ser consecuente con su apoyo al Acuerdo de París.

Allí está, por ejemplo, el Chaco paraguayo, con una de las tasas de deforestación alarmante: la más alta del mundo, según un estudio de la Universidad de Maryland de 2014.

Lo grave del suelo chaqueño es que la deforestación saliniza el suelo, y esto se puede ver en las fotos satelitales que muestran una inconfundible mancha blanca.

En la Región Oriental, donde existe la Ley de Deforestación Cero, el problema es menos grave: el daño puede repararse mediante la reforestación.

En la Región Oriental, que fue fondo de mar, el daño es irreparable; por eso, también debería imponerse allí la regla de la deforestación cero. Sin embargo, se ha decidido hacer todo lo contrario: deforestar mucho más de lo que se ha venido deforestando.

Sobre el punto, merece leerse el artículo publicado en este diario el 18 de este mes, con el título de Ganadería avanzará en el Chaco sobre 4 millones de hectáreas. Lo peor del caso, es que se trata de un programa del Gobierno, según declara un vocero del MAG; para el viceministro, cuatro millones de hectáreas no son nada, y después de tumbarlas van a respetar el bosque; eso dijeron cuando comenzó la deforestación.

La deforestación chaqueña ha provocado la suspensión de la exportación de carbón paraguayo a Europa, donde existe mayor conciencia ecológica.

Para un maderero, la suspensión es injusta, porque el carbón se hace con los restos de árboles que tumban los ganaderos, y hay que aprovecharlos. Me parece bien que se los aproveche, pero ¿cuántos árboles habrán de tumbarse para crear toda una industria carbonera?

Según un representante de la ARP, la deforestación no afecta la ecología y nadie respeta la ecología tanto como los ganaderos.

¿Para qué respetarla, si la deforestación es inofensiva?