Los plazos productivos agrícolas y las necesidades urgentes de las familias campesinas exigen el mayor esfuerzo posible de quienes están a cargo de la implementación de los programas que garantizarán el cumplimiento de los puntos acordados entre el Gobierno y las organizaciones campesinas.
La reactivación productiva no puede realizarse en cualquier momento, menos aún teniendo en cuenta los bajos niveles de tecnología que maneja la agricultura familiar. Una vez que el calor llegue y la época de lluvia pase, pretender aumentar la producción y la productividad es casi imposible; al contrario, además de fracasar el intento puede llegar a tener un alto costo, ya que se financiarán acciones que no tendrán resultados.
La implementación de las medidas acordadas no solo beneficiarán a los campesinos, sino también a las familias de las ciudades. La producción de alimentos beneficia a todos, por lo que el Gobierno debe poner voluntad y energía en garantizar un buen final para el conflicto.
El problema que enfrenta la agricultura familiar es de larga data. Las políticas públicas de mala calidad, la corrupción y el clientelismo impidieron generar las condiciones adecuadas para que este sector en lugar de reproducir pobreza contribuya a diversificar la economía, aumentar el PIB y sus propios ingresos.
A las deficiencias del Estado se agregan las inclemencias climáticas, que se vienen acentuando por el cambio climático. Así, a la falta de acceso al crédito, de asistencia técnica y de capacitación se suma la ausencia de mecanismos de mitigación de los efectos adversos de las lluvias, sequía, heladas o granizo. Bajo estas circunstancias perdemos todos. Los campesinos que no logran niveles de vida al menos similares de los del área urbana y los que habitan las ciudades que no cuentan con alimentos de calidad y precios accesibles de manera permanente.
Es de esperar que el MAG aproveche esta oportunidad para iniciar la implementación de una política integral para el sector y, que incluya todos los componentes que se requieran, con la secuencia necesaria y con calidad. No es posible continuar con intervenciones de emergencia cuando en realidad se sabe que los problemas que enfrenta la agricultura no solo son recurrentes, sino que además probablemente tenderán a empeorar si el mundo no logra reducir el impacto negativo del cambio climático.
Paraguay debe producir alimentos que garanticen su seguridad alimentaria. Hay cadenas productivas alimentarias con potencialidad para expandirse, generando efectos sinérgicos en la agricultura familiar y puede exportar alimentos para el consumo humano. Sin políticas públicas de calidad y que superen la visión cortoplacista y coyuntural no lo logrará. Ojalá esta crisis sea punto de partida para una transformación estructural.