La lucha contra la corrupción nos recuerda a la del fumador empedernido que, un día, decide dejar de fumar por recomendación médica. Usted está a un paso del enfisema y debe terminar ahora mismo, le dice el médico. El paciente sale muy preocupado del consultorio. Casi no fuma durante el resto del día y, a la noche, fuma su último cigarrillo, ¡a partir de mañana, ninguno! Al día siguiente, como excepción, fuma otro último cigarrillo, al que siguen muchos últimos más; todos son últimos.
Con la corrupción pasa algo similar. Cada vez que se comete un crimen escandaloso, con participación de autoridades del Gobierno, el Gobierno promete que será el último de su clase. ¡A partir de ahora, tolerancia cero! Se trata de un cero con una coma a la derecha, seguida de fracciones que se convierten en números enteros, y muchos.
¡Todo porque la última vez no es la última!
Ahora los parlamentarios ponen una cara de arrepentidos que haría parecer culpable la expresión de San Pablo después de haberse convertido y arrepentido. Y, sin embargo, dejan pasar la oportunidad de comenzar la lucha contra la corrupción aquí y ahora. Me refiero al caso Ibáñez, que ya debería estar en la justicia sin más dilaciones; sin todos los pretextos que pone la mayoría parlamentaria para encubrir al compañero. Posiblemente, actúan así porque “todos somos Ibáñez”, como dijo Alcibiades. Si cae uno, pueden caer todos los demás.
La otra cuestión pendiente es la de las listas sábana, que no se quiere suprimir. Mientras sigan las sábanas, el narcotráfico seguirá financiando campañas electorales; según dicen, una inversión más rentable que la de financiar magistrados judiciales.
¿Qué pasa con el presupuesto?
Si se quiere encarar bien la lucha contra el crimen organizado, se deben darles más recursos a las fuerzas de seguridad. Pero esos recursos faltan y, mientras muchos policías tienen armas de segunda, los maleantes tienen fusiles automáticos modernos. Faltan recursos porque el dinero disponible se utiliza para pagar sueldos millonarios y varios aguinaldos a una partida de planilleros. En ciertos países, por ley, ningún funcionario público puede ganar más que el presidente de la República, ¿por qué no se adopta ese principio aquí?
En fin, existen una serie de medidas concretas que se pueden y se deben tomar para combatir la corrupción aquí y ahora. Si no se las toma es porque todo va a seguir igual, pese a las solemnes declaraciones de la dirigencia política. Está de más decir que los crímenes más horribles son la consecuencia de una cadena de complicidades, que incluye al zoquetero, al policía coimero, al parlamentario venal. Cada corrupto piensa en su beneficio inmediato, sin ánimo de perjudicar; la suma de las corrupciones, la corrupción como sistema, mata.