Y es que hemos visto, una vez más, que la ambición desmedida de políticos lleva a situaciones en que se quiebran las reglas elementales de convivencia, las leyes de la república y la Constitución Nacional.
Los medios de comunicación han venido reflejando, puntillosamente, la escalada del intento de reelección mediante la enmienda constitucional, a pesar de los razonados cuestionamientos de juristas e intelectuales a una iniciativa que ya había merecido el repudio de la ciudadanía.
Es preocupante que un sector considerable de la clase política y de adherentes a los partidos, considere que la Constitución y las leyes no valen más que los papeles en los que fueron escritas. Tal vez eso provenga a aquel pretexto que los colonizadores usaban para ignorar las leyes que la Corona española promulgaba para proteger a los indígenas: “Se acata, pero no se cumple”.
Para acatar, pero no cumplir la Constitución, se le dan fantasiosas interpretaciones, que no solo riñen con el derecho, sino con la razón y la gramática. Pero lo que hasta ahora era una discusión política o intelectual, ha generado violencia, crispación y la muerte de un joven compatriota.
Los hechos han despertado la atención de los medios internacionales, y una intervención del Papa, instando a encontrar soluciones políticas adecuadas. Como respuesta a ese llamado, el presidente convocó a un diálogo entre los actores políticos y la Conferencia Episcopal Paraguaya, que también se había pronunciado críticamente.
Pero ¿sobre qué bases se daría ese diálogo? El presidente invita a un diálogo sin condicionamientos, pero al mismo tiempo elige quiénes serán los interlocutores, y a la vez delega en otros su representación.
Del otro lado, los dirigentes opositores ponen como condición que su contraparte renuncie al propósito de la enmienda para la reelección, lo que sería un despropósito, porque, ¿qué sentido tiene poner como condición lo que es el tema mismo de la negociación?
Los expertos en negociación dicen que el mayor error es negociar con base en “posiciones”, sino que es preciso ponerse de acuerdo previamente en “intereses”, es decir, cuáles son los objetivos o resultados esperados de la negociación. En otras palabras, hay que debatir primero los fines a los que se aspira, para luego analizar los medios para lograrlos.
Y ese es el problema que nos lleva al bloqueo actual. Ni la reelección, ni la enmienda son fines, sino medios para alcanzar fines que no están siendo debatidos. Si la reelección fuera deseable para lograr continuidad y estabilidad de políticas públicas, la enmienda no es el medio adecuado, dice la Constitución, que sí admite la reforma. Pero la no reelección también es un medio, para estimular la alternancia y evitar la perpetuación de líderes que tienden al autoritarismo.