19 abr. 2024

La claque de los hermanitos

Antes del séptimo día

Alfredo Boccia.JPG

La prensa ha sobrevaluado la renuncia del decano Aníbal Peris. No es tan importante como parece. Era solo una pieza casi diría secundaria del esquema de dominio que se había instalado en la Facultad de Medicina de la UNA y en el Hospital de Clínicas. El doctor Peris no hubiera llegado nunca a decano si no fuera funcional a los planes de los que realmente detentaban el poder.

Peris fue decano porque, en la época, ninguno de los hermanos podía serlo. Eran muy jóvenes. Pero el poder, el verdadero, lo tenían ellos. Y es la historia de ellos la que voy a contar.

Se trata de los hermanos, Jaime y Emiliano Ibarrola. Activos militantes colorados, ambos fueron presidentes del Centro de Estudiantes de Medicina y ambos son médicos. Tan agradables en el trato, como ambiciosos en lo político, ganaron preponderancia en una Facultad de Medicina que la venía perdiendo al mismo ritmo. Un dato como muestra: ningún decano de este siglo logró culminar su mandato. En una de las tantas crisis institucionales –y con denuncias de soborno a algunos consejeros estudiantiles que votaron en contra del mandato de su asamblea– lograron imponer al doctor Peris.

Los unía su militancia en el movimiento del senador Galaverna y su pertenencia a una logia masónica. A partir de entonces, para conseguir algo en el Hospital de Clínicas había que hablar con los Ibarrola. Pronto se formó una claque de beneficiados que se llenaron de nombramientos hasta ganar sueldos de primer mundo. Para asegurar los votos en las instancias académicas, se agilizaron las promociones “exprés” de nuevos profesores que presentaron tesis de espantosa calidad en tiempo récord. Hasta hubo denuncias de plagio.

Los estudiantes leales fueron ayudados con la anulación de las mesas de examen en las que se aplazaban. Las dádivas se extendieron a los funcionarios y enfermeras, hasta lograr una columna de fieles que los vitoreaban. Si algo faltaba para asegurar un poder eterno, era un apoyo irrestricto más arriba. Se llamaba Froilán Peralta, al que encumbraron como rector. El primer hombro que alzó en andas a Froilán fue el de Jaime.

Todo esto se sabía. Pero las voces críticas eran acalladas con la persecución o la oferta de un suculento rubro. Cuando eso no fue suficiente, se creó una filial de Medicina en Santa Rosa del Aguaray.

Hoy, ese poder tan arrogante parece tambalear. Cayó Peris, es cierto. Pero los cimientos de esta poderosa claque fueron poco conmovidos.

Llegaron a tanto porque hubo tibios y pusilánimes. Que la lección sea aprendida. Si no hay una verdadera limpieza étnica, la tradición de dignidad de Clínicas no renacerá. Hay que barrer con las etnias de los prebendarios y tramposos.