18 abr. 2024

La cara fea del Paraguay

Alberto Acosta Garbarino Presidente de Dende

La semana pasada tuve la oportunidad de participar en un almuerzo con un director de Fitch, una de las principales empresas calificadoras de riesgos del mundo.

En dicho evento, le preguntamos por qué el Paraguay con su endeudamiento externo bajo y con sus altas reservas internacionales no tiene una mejor calificación que le permita ser grado de inversión, mientras que un país como Uruguay, con una enorme deuda externa y con un altísimo déficit fiscal, sí lo es.

Con una respuesta muy diplomática el director de Fitch nos dijo: “por la debilidad de sus instituciones”.

Recordemos que “instituciones” significan: reglas, como la Constitución y las Leyes, y también significan las organizaciones encargadas de elaborar y de hacer cumplir dichas reglas.

Nosotros tenemos debilidad institucional cuando un Poder Ejecutivo –encargado de hacer cumplir la Constitución– intenta violarla cada cinco años para forzar la reelección presidencial.

Tenemos debilidad institucional cuando nuestro Poder Judicial, encargado de castigar a quienes violan las leyes, se encuentra carcomido por la corrupción y consecuentemente no otorga seguridad jurídica a los ciudadanos.

Tenemos debilidad institucional cuando nuestro Poder Legislativo actúa anárquicamente, con la idea de que cualquier ley o decisión es posible solo por tener los votos necesarios para aprobarlos.

La semana pasada una serie de escándalos que estallaron nos mostraron claramente la debilidad de nuestras instituciones... nos mostraron la cara más fea del Paraguay.

El primer escándalo fue el pedido de captura de Darío Messer por parte de la Justicia brasileña. El hombre está acusado de ser el líder de una red de lavado de dinero que blanqueó más de 1.600 millones de dólares, entre ellos, los fondos provenientes de la corrupción del Lava Jato.

Las investigaciones han demostrado que algunas de estas operaciones se realizaron en nuestro país, aprovechando la enorme debilidad de instituciones como Seprelad, el Banco de Fomento y el Mercado de Capitales.

El caso Messer ha sido la confirmación de diferentes informes –especialmente del Gobierno norteamericano– en los que se denuncia a nuestro país y, específicamente, a la zona de la Triple Frontera, como un centro de lavado de dinero, de narcotráfico y de piratería.

El segundo escándalo ha sido la caída del cargamento de carne brasileña importada por el frigorífico Concepción, sin la autorización correspondiente de Senacsa. Este escándalo demostró la gran fragilidad y debilidad de esa institución, así como la altísima corrupción en la Aduana.

Este escándalo está generando a su vez graves enfrentamientos y denuncias en el sector privado entre la Asociación Rural del Paraguay y la Cámara Paraguaya de Carnes, y en el sector público entre el Ministerio de Industria y Comercio y el Ministerio de Agricultura.

Esta semana vimos la cara fea del Paraguay, que es la que contamina toda esa cara tan linda que también tenemos y que deslumbra al extranjero que llega a nuestras tierras.

Ese Paraguay con equilibrio macroeconómico a pesar de estar al lado de dos gigantescos países tan irresponsables en lo macroeconómico, como son Brasil y Argentina.

Ese Paraguay con un sistema impositivo simple que contrasta con la maraña impositiva que tienen nuestros dos grandes vecinos. Ese Paraguay que cuenta con energía abundante y limpia, con tierra fértil y con una población joven.

Ese Paraguay es un país competitivo, y consecuentemente debería atraer muchas inversiones y debería estar creciendo mucho más rápido.

Ese país que hace rato debería haber sido grado de inversión, pero que no lo es, justamente por esa otra cara de nuestra realidad nacional.

Esa cara fea, que la vimos duramente en los últimos días y cuyas consecuencias nefastas para nuestro desarrollo no podemos imaginar todavía.

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