25 abr. 2024

La cachaca: Ese símbolo de hambruna intelectual

Por Adrián Cattivelli – En Twitter: @adricati

El vallenato, género musical originario de la costa Caribe de Colombia, ha sido declarado recientemente Patrimonio Inmaterial Histórico de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Desde luego, no se trata de uno de los ritmos que más cultivo, pero no existe la más mínima duda de su riqueza musical y de su arraigo popular, junto con otros sones provenientes de la misma región latinoamericana y caribeña, como el merengue, la salsa o la guajira.

Algunos, equivocadamente, pretenden ubicar en el mismo nivel musical a algunos denominados subgéneros que hipotéticamente encontrarían su origen en esas cadencias tropicales, tales como la cumbia villera, en Argentina, o la cachaca, en nuestro país.

Acontece, sin embargo, que estos ritmos ni siquiera podrían ser clasificados como subgéneros, puesto que ello debería implicar la preexistencia de una categoría superior de la cual se desprendiera el compás de marras.

Desde mi punto de vista, que desde luego no tiene por qué ser popular ni mucho menos compartido por las grandes masas, la cachaca no puede ser ubicada en el rango de música, sino en el de mero ruido. Su esencia monocorde así lo permite concluir.

La música (conjunto de sonidos agradables al oído), se sabe, es un lenguaje, y en su conjunto constituye un idioma universal. Y nadie podría suponer que existiera un sistema comunicacional basado en un ritmo de solo tres acordes. Pero ese es el carácter monótono, insistente y sin variaciones de la cachaca. Auditivamente se resume en la reiteración de un ritmo primitivo: chucu-chuk, chucu-chuk, chucu-chuk.

Es evidente que quien siente placer por este tipo de estridencia, tiene una afición musical bastante elemental, sin desarrollos armónicos elaborados ni sofisticación. Esa categoría rudimentaria responde, pues, a una forma de lenguaje bastante limitada y espiritualmente empobrecida.

Como escribió el lingüista austriaco Ludwig Wittgenstein: “Los límites de mi habla representan los límites de mi mundo”. Y su máxima es aplicable al caso de la música.

La cachaca, en suma, no es más que un síntoma de la degradación de la palabra y el empobrecimiento del léxico que vive nuestra población en el momento presente. Algo que –como bien lo explica la lingüista argentina Ivonne Bordelois en su libro El país que nos habla– sumado a la indigencia económica que sufre una elevada proporción de gente, da muestra de la hambruna intelectual que afecta a buena parte de la sociedad.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.