La rueda paulista cerró la sesión del pasado 31 de mayo en 48.471 puntos y para entonces Michel Temer llevaba veinte días en la Presidencia de Brasil de forma interina después de que el Senado instaurara el juicio político en contra de la entonces mandataria, lo que provocó la suspensión a Rousseff de sus funciones.
Mayo fue el último mes en el que la bolsa de la mayor ciudad suramericana se depreció (-10,0 %) y, a partir de ahí, solo buenas noticias.
En esa misma línea avanza el real frente al dólar con una apreciación de un 11,85 % en los últimos cinco meses en el tipo de cambio comercial brasileño, puesto que la moneda estadounidense pasó a venderse de 3,618 reales hasta los 3,189.
El Ibovespa, que aglutina a las 59 empresas más importantes del país, terminó la sesión del último día de octubre en los 64.924 enteros, lo que supone su quinto mes consecutivo en alza, que es el tiempo que lleva Rousseff lejos de la Presidencia de Brasil.
Los números de la bolsa únicamente han traducido en hechos la manifiesta animadversión de la clase empresarial hacia la que fue la primera mujer jefa de Estado del gigante sudamericano.
La Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP), la patronal más influyente del país, y la Confederación Nacional de Agricultura (CNA) se mostraron a favor de la destitución de Rousseff.
En este sentido, la FIESP lideró una campaña apoyada por 400 compañías contra la entonces mandataria y llegó incluso a presionar a los parlamentarios para que estos respaldaran el proceso de “impeachment” (juicio político con fines de destitución), cuyo desenlace se produjo el pasado 31 de agosto.
Ese día, el pleno del Senado, por 61 votos a favor y 20 en contra, aprobó la destitución definitiva de Rousseff y notificó a Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (centroderecha), para asumir el cargo de forma plena hasta el 1 de enero de 2019.
Para entonces, la bolsa de Sao Paulo bajó un 1,15 %, pero cerró agosto en los 57.901 puntos básicos con un variación positiva acumulada del 1,03 % con respecto al mes anterior.
Sin Rousseff en el horizonte y con la izquierda mermada y sin fuerzas, el parqué paulista alcanzó en septiembre los 58.367 enteros y en octubre, 64.924 unidades, en ese plazo el nuevo presidente ha anunciado medidas ventajosas para las empresas y ajustes importantes en el límite de gasto.
El más destacado es la propuesta de enmienda constitucional (PEC 241) aprobada en la Cámara de Diputados el pasado 25 de octubre, que limitará los gastos públicos para las próximas dos décadas y los supeditará a la inflación del año anterior.
En una de sus primeras declaraciones públicas, el Ejecutivo de Temer dejó claro por medio del ministro de la Presidencia, Eliseu Padilha, que uno de sus objetivos es “optimizar” la relación entre el Gobierno y el sector privado y “hablar la lengua del mercado”.
Por otro lado, Temer declaró más recientemente que “el Estado debe transferir al sector privado todo lo que sea posible en materia de infraestructura”.
Las compañías del Ibovespa han asumido de manera optimista toda esta declaración de principios, que suponen una ruptura total con respecto a la visión más social de los anteriores Gobiernos de Luiz Inácio Lula da Silva y Rousseff.
Visión también en peligro, pues el Gobierno brasileño anunció la revisión de los programas de asistencia social, los cuales pasarán por una “auditoría”, aunque Temer ha subrayado que no los eliminará.
Al mercado brasileño poco le afecta la fragilidad de la economía del país, con un déficit fiscal primario de 85.501 millones de reales (unos 26.719 millones de dólares) hasta septiembre, un valor diez veces superior al de los nueve primeros meses de 2015.
Tampoco le conmueven las previsiones de analistas privados del Banco Central, que pronostican que el producto interior bruto (PIB) se contraerá un 3,22 % este año y 1,23 % en 2017; o la deuda pública récord, que ya equivale a más del 70,1 % del PIB.
Y, desde esa perspectiva, al mercado brasileño lo que le interesa es que el Gobierno hable su mismo idioma.
Carlos Meneses Sánchez