“En Capitán Bado reciben como héroe a Chicharõ”, rezaba un titular de portada en la edición de ayer de Última Hora. La publicación incluía varias imágenes del diputado suplente del Partido Colorado por Amambay, Carlos Rubén Sánchez, llegando a bordo de su avión privado a su ciudad natal, el domingo, en donde una multitud de pobladores lo recibió en medio de aclamaciones y lo acompañó con una bulliciosa caravana de automotores y motocicletas a un recorrido por las calles principales, abrazado a una bandera paraguaya.
Lo llamativo es que Chicharõ Sánchez no es un ídolo del deporte, ni una estrella de rock, ni una celebridad del mundo del espectáculo o la cultura, sino un caudillo político de la región fronteriza que viene siendo investigado por la Fiscalía, incluido en la lista de personas puestas bajo la lupa por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), quien soporta un proceso judicial por lavado de dinero, junto a dos de sus hermanos, Ardonio y Denilso.
Las acusaciones, los procesos judiciales y la permanencia en prisión durante varios meses, no han impedido que los hermanos Sánchez se vuelvan verdaderos ídolos en su región natal. Chicharõ era el más firme postulante para la intendencia municipal, pero ante los problemas judiciales dejó la candidatura a su hermano menor, Denilso, quien se postuló y compitió electoralmente desde la clandestinidad, a pesar de que había una orden de prisión en su contra por lavado de dinero. Aún así, Denilso ganó por amplio margen y llegó a jurar en el cargo, burlando a la Justicia con la complicidad de los concejales municipales. Posteriormente, se entregó y permanece preso, pero sigue siendo intendente con permiso.
No es el primero ni el único caso de personas envueltas en problemas con la Justicia que son considerados héroes o ídolos por la población. Uno de los casos recientes más llamativos fue la gran cantidad de personas que acompañaron el sepelio del abatido líder de una banda criminal, Nelson López, alias Yacaré Po, en Villa Hayes, en noviembre último.
En todos estos casos resalta que estas personas destinan parte del dinero que obtienen con sus actividades en “ayudar a los pobres”. Es la misma táctica populista que implementó en Colombia el célebre capo narco Pablo Escobar Gaviria, y lo han aprendido sus emuladores. Sobre todo en zonas aisladas del país, donde no se siente la presencia del Estado, donde la corrupción y la impunidad son el pan de cada día, los caudillos y empresarios de frontera se convierten en una especie de justicieros para la gente humilde, aunque su acción esté financiada con recursos obtenidos ilegalmente, y sea un dinero muchas veces manchado de sangre.
Hay mucho por hacer en reeducar valores, pero principalmente se requiere el saneamiento de las estructuras, que permitan que la verdadera justicia se cumpla, que la criminalidad sea castigada y se acabe la impunidad. De lo contrario, la gente los seguirá viendo como los héroes que el Estado no tiene.