Podemos preguntarnos hoy en nuestra oración si en los ambientes en los que se desarrolla nuestra vida (familia, trabajo, amigos...) se nos conoce por ser personas que jamás hablan mal del prójimo, si realmente vivimos en toda ocasión aquel sabio consejo: “cuando no puedas alabar, cállate”.
Durante la homilía de la Misa celebrada en la Semana Santa del año 2013, hizo la invitación implícita de nunca hablar mal de otras personas, porque cuando hablar se convierte en habladuría, murmuración, esto es una venta, y la persona que está en el centro de nuestra murmuración se convierte en una mercancía. No sé por qué –dijo el Santo Padre– existe una alegría oscura en el chisme.
A los caballos les ponemos un freno en el hocico para dominarlos, con el freno sometemos todo su cuerpo. Lo mismo los barcos, por grandes que sean y estén impulsados por fuertes vientos, el piloto los maneja con un pequeño timón.
Del mismo modo la lengua es algo pequeña, pero que puede mucho... De la misma boca sale la bendición y la maldición...
Es que no se dan cuenta de que el primer mandamiento, es decir el más importante, es justo el amor de Dios y el amor al prójimo, y que estos abusos de la lengua son un atentado contra el principal mandamiento.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco y la http://infocatolica.com/blog/contracorr.php/1304040315-el-papa-y-los-pecados...)