¿Se nace o se hace un investigador en el ámbito de la ciencia? Atendiendo a la historia de la ciencia, y teniendo en cuenta lo sociológico, si el medioambiente no es favorable a desarrollar el talento innato del científico, este puede perderse en la vida no llegando a toda su potencialidad y, en el peor de los casos, dedicándose a otra cosa.
Ahora, estando en la Universidad Nacional de la Plata para las XXIII Jornadas de Jóvenes Investigadores, organizadas por la Asociación de Universidades Grupo Montevideo (AUGM), pensaba en los casi 700 jóvenes de Brasil, Bolivia, Argentina, Chile, Uruguay, México, Cuba y Paraguay que se reunieron por tres días para presentar sus trabajos. ¿Hubiesen estado ahí si es que su universidad no les ofrecía el incentivo? ¿Cuántos de ellos se sostendrán en el tiempo?
Esta es la tercera vez que soy testigo de la efervescencia de estas jornadas –la primera fue en la UNA y la segunda en Udelar– y les puedo asegurar que la confianza de estos noveles investigadores no decae, sino todo lo contrario.
A medida que pasan los años, el evento va creciendo y ya se ha convertido en el más importante del Cono Sur en número de futuros científicos de educación superior.
Paraguay llevó alrededor de 70 investigadores por medio de tres universidades públicas, la UNA, la UNE y la UNI. Muchos de ellos seguramente serán golondrinas de una primavera. Habrán llegado como investigadores por meras razones accidentales, y lo más probable es que terminen no dedicándose a la investigación científica. Sin embargo, un porcentaje interesante está empezando con estas actividades una promisoria carrera que sabemos redundará en beneficio de la sociedad paraguaya.
Cuando empecé la universidad allá en el inicio de los años 90, no recuerdo que hubiese una especial preocupación por formar en la investigación a los estudiantes. El que tres universidades paraguayas hayan paulatinamente integrado la AUGM ha cambiado las cosas. Cada facultad e instituto promueve en sus alumnos la dedicación necesaria para conseguir buenos resultados. La competitividad que se nota es positiva en este sentido, siempre y cuando no desdibuje el objetivo central, cual es la creación de conocimiento por encima de todo.
La generación de estudiantes y egresados de estas tres universidades nacionales crece en un ambiente propicio para la investigación que otros no pudieron tener. Nuestro país históricamente ha sido el campeón en desaprovechar el talento de sus hijos. Ahora las cosas van cambiando lentamente y ya no será sorpresa que veamos más y más investigadores integrando los centros nacionales de pesquisa.
El resto de las universidades, públicas y privadas, no querrán quedar atrás y por contagio están empezando a crear sus departamentos de investigación con sus respectivos rubros.
Solo optimismo se respira en estas jornadas donde centenares de jóvenes muestran con ímpetu sus trabajos en ciencias sociales y naturales, con sus respectivas derivas. Ese optimismo es lo que quise reflejar al escribir luego de tan renovadora experiencia.