Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre todas las mujeres.
La redención alcanzó también a María y actuó en ella, pues recibió todas las gracias en previsión de los méritos de Cristo. Dios preparó a la que iba a ser la Madre de su Hijo con todo su amor infinito. «¿Cómo nos habríamos comportado, si hubiésemos podido escoger la madre nuestra? Pienso que hubiésemos elegido a la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Cristo: siendo omnipotente, sapientísimo y el mismo amor (Deus caritas est, Dios es amor, 1 Jn 4, 8), su poder realizó todo su querer».
La Virgen Inmaculada será siempre el ideal que debemos imitar. Ella es modelo de santidad en la vida ordinaria, en lo corriente, sin llamar la atención, sabiendo pasar oculta. Para imitarla es necesario tratarla.
Durante estos días de la Novena hemos procurado, con ella, dar un paso hacia adelante. Ya no la podemos dejar; sobre todo, porque Nuestra Madre no nos deja.
Al respecto del Evangelio de hoy, el papa Francisco dijo: “La voluntad de Dios es la ley suprema que establece la verdadera pertenencia a Él”.
“María instaura un vínculo de parentesco con Jesús antes aún de darle a luz: se convierte en discípula y madre de su Hijo en el momento en que acoge las palabras del Ángel y dice: ‘He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’. Este ‘hágase’ no es solo aceptación, sino también apertura confiada al futuro. ¡Este ‘hágase’ es esperanza!”.
“María es la madre de la esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el ‘sí’ en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente”.
(Del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y http://es.catholic.net)