ENCARNACIÓN
Jeffrey Polnaja, un indonesio de 52 años, llegó a la ciudad de Encarnación, recorriendo ya 91 países y unos cuantos aún le resta por visitar. El viernes a la noche, rodeado de motociclistas locales que poseen motos de la marca alemana que él eligió para recorrer el mundo, explicó a los presentes el viaje que llevaba adelante, acompañando sus relatos por fotografías y filmaciones de lugares inéditos, en mucho de los cuales por primera vez circulaba una moto.
Jeffrey tenía una compañía de repuestos y decidió venderla luego de observar la tragedia del 11 de setiembre en el televisor de su casa; su hijo lo inspiró a viajar y llevar un mensaje de paz por el mundo, Ride for Peace (piloto por la paz). El inicio de su aventura ocurrió en el 2006, al mando de una motocicleta BMW R 1.150 Adventure 2002.
Lleva más de 320.000 kilómetros recorridos; ayer cruzó de Encarnación a la Argentina para posteriormente ir a Uruguay y luego Usuahia, desde allí Australia y luego Nueva Zelanda, donde pondrá fin a su gira y regresar a su Yakarta natal.
Como anécdota contó que su moto original con la cual comenzó el viaje, se le robó cuando pasaba por Holanda, “tuve que comprar otra para continuar mi viaje”, manifestó. Cruzando el desierto de Siberia y sus inhóspitos parajes el GPS que le marcaba la ruta le informaba que se terminó el camino, continuando su viaje guiado por los postes de luz y solitarias huellas de camiones, recorrió en 12 horas 1.200 kilómetros.
“Con la moto nosotros podemos ver y sentir los lugares por donde pasamos, podemos oler, sentir, disfrutar, por ejemplo, cuando estoy en el camino de una montaña, puedo oler el olor de los pinos, en el momento en que estoy en el mar, huelo el olor de la sal”, agrega Jeffrey.
Recuerda que soportó calores agobiantes con temperaturas que llegaron a 55 grados, como por ejemplo en Irán y el desierto de Estados Unidos. Refirió que en Alaska, 900 kilómetros de camino son piedras y algunas partes estaban cerradas por la nieve. “Hay muchos osos grizzly, más que humanos, a veces era como estar en un zoológico, podía ver venados y eso era un paisaje hermoso”, dice. Recordó que en Kazajstán lo chocó un camión y le rompió el brazo, quedando internado un mes, para luego proseguir su viaje.
En su travesía se le ha facilitado abrir fronteras, encontrar amigos, recibir hospedaje y hasta comida.