Mataron a los campesinos y no se investigó. Tomaron presos a capricho del fiscal. Campesinos heridos o muertos fueron discriminados. A dos campesinos torturaron y no se investiga.
Imputaron a quienes quisieron sin defensa alguna y los dejaron sin libertad de actuar privándolos de derechos que nos da la Constitución.
Impunemente plantaron e hicieron desaparecer pruebas. Los fiscales mintieron descaradamente. Los jueces admitieron estas mentiras y las incorporaron textualmente a la sentencia. No cumplieron las fechas de los tiempos en las apelaciones y luego repitieron textualmente la sentencia.
Todo esto usted y yo lo sabemos, pero poco hicimos y los muertos siguieron olvidados y sus familias sin tierras y los campesinos presos, alejados de sus familias y por vida, inocentes, en el penal de Tacumbú.
Nuestra actitud me recuerda este párrafo escrito en los años cuarenta.
“Primero se llevaron a los judíos, pero como yo no era judío, no me importó. Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, tampoco me importó. Luego se llevaron a los obreros, pero como yo no era obrero, tampoco me importó. Siguieron los curas, pero como yo no era cura, tampoco me importó. Ahora vienen por mí. Pero ya es demasiado tarde. ¡Estoy solo!”.
Repetimos: Mataron a once campesinos de Curuguaty en Marina Cué, otros doce estuvieron encarcelados y las familias de todo ellos quedaron destrozadas de dolor, sin tierras y con más pobreza. Pero como yo no era uno de ellos, poco o nada me importó. Hoy, vinieron por mí…
Si no somos conscientes de todo esto y a tiempo frenamos estas injusticias, un día nos alcanzará la injusticia y nada podremos hacer.
Ya lo dijo san Agustín en el siglo IV: “Un país sin justicia se convierte en una cueva de ladrones”.