19 abr. 2024

Hoy, la última burrerita de Lambaré celebra sus 85 años de existencia

En el tiempo en que doña Dominga León se estrenó en su oficio de burrerita, estas sobraban, hoy ya no. Ella sobrevive y es considerada la última trabajadora del pintoresco rubro en la ciudad del amor.

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La última burrerita labareña Dominga León viuda de Mendieta se mantiene en buen estado de salud. Foto: Luis Enriquez

Doña Dominga León viuda de Mendieta mide su vida a paso de burro. En Lambaré, es conocida por ser su última burrerita, que más que la estatua inmóvil, es un símbolo vivo de la ciudad. Llegar a su casa en Villa Cerro Corá parecía una misión imposible, pero bastó con preguntar por “la burrerita” para llegar hasta ella, la mujer a la que sus familiares, vecinos y amigos celebran hoy por alcanzar sus 85 años de existencia.

Ser burrerita implicaba para doña Dominga algo más que levantarse a las cuatro de la madrugada con el segundo jahe´o (llanto) de su mburika (burro) para ensillarlo y partir hacia el Mercado Guasu de Asunción a vender sus provistas; implicaba un legado de su madre, quien fuera también del oficio hasta que una reuma la alejó de este menester.

Hoy, Dominga recuerda las calles del Mercado Guasu donde forjó el futuro de sus nueve hijos con la ayuda de su extinto marido Marcos Mendieta, a quien mucho amó desde sus 17 años. Don Marcos, 33 años mayor que su esposa la burrerita, tenía una capuera donde plantaba poroto, guavira, guaviju, mango, mandarina, naranja, chaucha, mandioca, melón, mango, limón, entre otros productos.

“Rovende heta, de todo había acá, ko´ágante ja ipirupáma la planta”, dijo la mujer que antes se paseaba sobre un burro de Lambaré hasta Asunción y que en la actualidad tiene como vicio fumar cigarro poguasu (tabaco).

El orgullo enciende los ojos de Pablito y María de Jesús Mendieta, al hablar de su madre Dominga, a quien ayudaban buscando las mercaderías de la chacra para tenerlas listas para cuando ella vuelva del mercado.

Todo esto cambió cuando la burrerita embarazada se golpeó al caer de espaldas del burro, al pasar el puente Sosa. “Iñakaraku la burro kuñáre la, che burro macho, ha ou opo yvate. Irakuchi”, recordó Dominga. Esta caída fue el final de su vida como burrerita, pero no el final de su existencia, ya que pudo sobrevivir para dar vida a su hijo. De los dolores intensos que sufrió aquella vez en la zona de la cadera y la espalda ya no queda nada, más que el recuerdo. A esta mujer paraguaya con vista borrosa que nunca se enferma, en su día el país abraza como las trofas del poema de Antonio Ortiz Mayans, escrita en honor a las burreritas, antiguas estampas de la ciudad.

<h3>Estampas en extinción</h3>

Ver a alguna burrerita, antigua estampa de las ciudades, cruzar una localidad es poco común actualmente. En sitios como San Bernardino, Yaguarón, Luque todavía es posible ver a las mujeres montadas sobre un burro ofreciendo a su paso productos varios en venta, desde leche hasta menudencias. En Asunción y alrededores, hasta fines de la década del 70 era posible ver a estas trabajadoras por las principales calles y avenidas.

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