“La Iglesia hizo demasiado daño. Había sacerdotes que bendecían a los pilotos que tiraban a nuestros hijos vivos al río y decían que Dios los perdonaba. No es una sola cosa, y estaban dirigidos por obispos”, narró en una charla con Efe quien desde 1979 preside la emblemática asociación Madres de Plaza de Mayo.
Sin embargo, la activista, siempre polémica con sus declaraciones y férrea defensora de los expresidentes Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015) por el impulso que dieron a la política de derechos humanos, tiene ahora la esperanza puesta en otro de sus compatriotas.
“Confío mucho en el papa Francisco, porque es un hombre que se ha puesto muy del lado nuestro, de los que sufrimos”, dice De Bonafini en una entrevista en la sede del organismo en Buenos Aires.
Por deseo del pontífice, los archivos secretos que la Iglesia católica conserva sobre una dictadura que se extendió de 1976 a 1983, verán por fin la luz. Unos documentos que para la octogenaria deben servir para que la institución eclesiástica asuma su supuesta complicidad con el régimen y “se haga cargo de lo que hizo, no de lo que no pudo hacer”.
Al conocerse esa desclasificación, que se pondrá a disposición de los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado, autoridades eclesiásticas argentinas pidieron “perdón” por si en este tiempo la Iglesia no hizo “todo lo que pudo”, pero remarcaron, frente a las acusaciones de complicidad, que seguramente en esos archivos la institución va a aparecer “con más luces que sombras”.
“La Iglesia participó muy directamente en la represión, no es que los militares lo hicieron solos”, aseveró De Bonafini, para recalcar que “lo que pasó” durante ese periodo, ella y sus compañeras ya lo saben por sus propias investigaciones. “Nosotros no buscamos muertos, buscamos responsables”, indicó.
Según los organismos de derechos humanos, unos 30.000 militantes políticos y sociales, trabajadores, estudiantes, miembros de grupos revolucionarios armados o no, artistas o religiosos desaparecieron durante el Gobierno de facto, al igual que unos 500 bebés despojados de su identidad para entregarlos a familias ajenas.
Jorge Bonafini fue secuestrado en febrero de 1977 y meses después desapareció Raúl, el otro hijo varón de Hebe, quien quedó junto a su hija Alejandra y a su marido, que la dejó viuda poco después.
La mujer se convirtió así en una de las “viejas locas” -como se las llamaba- que se apostaron en la plaza de Mayo de Buenos Aires, frente a la Casa Rosada, para exigir saber dónde estaban sus hijos, algo que aún hoy continúan haciendo cada jueves, aunque ahora abriendo sus reivindicaciones a otras causas.
“Es un crimen demasiado grave y está latente. Las madres hemos convertido el dolor en lucha y creamos nuevos lugares de batalla”, afirmó la líder de una asociación que en 1986 se separó en dos y que hoy es la agrupación mayoritaria y más radical de ambas.
Mas de 700 son los condenados hasta ahora por los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, entre militares y civiles.
Tras el Juicio a las Juntas que en 1985 condenó a los máximos jefes del régimen, las cientos de causas que se abrieron para juzgar a los mandos inferiores fueron interrumpidas por las leyes de punto final y obediencia debida sancionadas en 1986 y 1987.
Fue así que en 2005 la Corte Suprema de Justicia, durante el Ejecutivo de Kirchner, declaró la inconstitucionalidad de esas leyes y los juicios se retomaron.
“Queda muchísimo por hacer. Pero esto que pasó hasta ahora ha sido sumamente importante, que si no hubiera sido por Néstor y Cristina no hubiera pasado, y por todos los organismos que trabajamos en esto y la mucha gente que colaboró”, cuenta Hebe.
En este sentido, recalcó que mientras los militares “están la mayoría detectados”, falta que sean juzgados “una cantidad enorme de empresarios” que colaboraron “poniendo sus galpones y sus camiones” para llevar a los secuestrados a lugares y ser torturados.
Pero la anciana, en este momento, ve difícil que esos supuestos cómplices se sienten en el banquillo.
“La Justicia existe. Lo que no existe es la justicia de los hombres. Tendría que ser una cosa de la mano de todos nosotros, pero ahora está en manos de los poderosos, del Gobierno. Todos los jueces son totalmente del Gobierno, por eso pasa lo que pasa y todos los juicios los quieren frenar”, sentencia.
Poca gente en Argentina es tan crítica con el actual presidente, el conservador Mauricio Macri, como ella. Le tilda de “necio, cínico y mentiroso” y de representar a la dictadura, así como de tener a un país convulsionado y en una grave situación social.
Al respecto, el mandatario, en una entrevista en agosto en la que abogó por que se sepa lo que ocurrió en una “guerra sucia” que fue “lo peor” que pasó al país, argumentó que De Bonafini “está desquiciada” y “dice barbaridades fuera de lugar” desde hace años.
Eso sí, a la incombustible casi nonagenaria nada la amedrenta.
“Era una mujer que pensaba nada más que en mi casa y mi familia. Mis hijos me fueron modificando el pensamiento. Lucho y peleo por la verdad, por la justicia, por la memoria, por la reivindicación de mis hijos como revolucionarios. Hacer política nos hace mejores personas”, sentencia Hebe, quien hace tres meses estuvo a punto de ser detenida al negarse a acudir a declarar en una causa por presunta defraudación al Estado durante el kirchnerismo.
“Quieren que cuatro viejas de 90 años vayamos a declarar. Es una burla. Dije que no iba a ir y no fui, y el pueblo entero salió a la calle acompañándome a todos los lados”, recordó.
“Los únicos corruptos son los del Gobierno”, destacó.
Consultada por cómo quiere ser recordada, no da rodeos.
“Como una madre que peleó no solo por sus hijos, sino por todos”, concluyó.