La permisividad y la desidia son dos rasgos de la cultura paraguaya. Las autoridades y la sociedad civil observan un hecho incipiente, conocen sus causas y consecuencias, tienen los medios para solucionarlo antes de que llegue a un nivel crítico y, sin embargo, nadie se preocupa por ofrecer respuestas válidas sustentables en el tiempo.
El fenómeno social de los niños, adolescentes y jóvenes que limpian vidrios de coches aprovechando la detención de los mismos en las esquinas con señales de semáforos, surgido a principios de la década de 1990, parecía irrelevante en cantidad y en actitudes hacia los conductores.
Con el correr de los años, sin embargo, el número de los que se ubican en los cruces con servicios semafóricos ha ido aumentando. Paralelamente, fueron más frecuentes los comportamientos agresivos de algunos.
La Secretaría de la Niñez y la Adolescencia implementó un programa para acompañar a los niños en situación de calle, sobre todo aquellos que habían interrumpido la conexión con sus familiares. La Municipalidad de Asunción también, cada tanto, dio alguna muestra de interés hacia las personas en estado de vulnerabilidad ubicadas en las esquinas.
Ya sea por la inconsistencia de los métodos empleados o por lo difícil que resulta sacar de su actividad a aquellos que se habían acostumbrado ya a un modo de vivir que incluía como fuente de ingresos limpiar los vidrios, la efectividad de los planes aplicados fue relativa.
Debido a la creciente agresividad de algunos limpiavidrios, el concejal Daniel Centurión solicitó en la Junta Municipal capitalina la aprobación de una ordenanza para sacar a los niños, adolescentes y jóvenes de los sitios en los que se encuentran apostados.
Según los datos que proporcionó el proyectista, en Asunción hay 176 esquinas con semáforos. Al menos 240 personas se ocupan en esos lugares de limpiar parabrisas. De acuerdo a sus datos, en unos 20 cruces hay unas 100 personas que exhiben una conducta agresiva hacia los que van al volante.
A raíz de estas constataciones, propone que a través del Centro de Promoción Empresarial (Cemupe) se les consiga un empleo y, también, que la Intendencia firme un acuerdo con el Gobierno para capacitarlos en oficios diversos para que puedan conseguir un trabajo.
Asimismo, plantea que el Poder Ejecutivo, a través de sus instituciones pertinentes, se haga cargo del tratamiento y la rehabilitación de los consumidores de estupefacientes.
La iniciativa del edil tiene que ser aprovechada para abordar una situación de múltiples y complejas aristas a la que hasta ahora no se le dio la debida relevancia. Su planteamiento simplista es útil porque puede generar interés en un problema que requiere un tratamiento multidisciplinario y, por lo tanto, interinstitucional. Ningún órgano del Estado, solo, podrá ofrecer soluciones efectivas y, sobre todo, duraderas.