Ni siquiera los vecinos de un conocido bastión del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) en São Paulo parecen angustiados por la probable destitución de Dilma Rousseff y la salida de esta fuerza de izquierda, tras 13 años en el poder. “Estoy aburrida de ellos, porque son todos iguales”, comenta Pamela Dos Anjos, una mujer de 28 años que quedó desempleada y sobrevive con un pequeño trabajo informal como repartidora de periódicos que le reporta 13 dólares por jornada. Pamela es una de los tantos brasileños que engrosan una lista disparada de desempleo, que ya supera a 11 millones de personas. “La verdad no me importa mucho si Dilma se va o se queda. Acá siempre está todo mal”, asegura al salir de un centro de atención social en el barrio de Cidade Tiradentes, en la periferia de la metrópoli paulista.
Hostigada por una galopante recesión que se desató en el país a inicios de 2015, inflación y endeudamiento, el país que hasta hace poco era el líder y modelo indiscutido de América del Sur está convaleciente. “Yo siempre voté por el PT, pero en la última elección del 2014 voté en blanco. Estaba cansada de que dijeran que iban a mejorar las cosas y que nada mejorara. Estoy aburrida de ellos, de todos los políticos, porque son todos iguales”, afirma con una mueca de decepción.
En las últimas elecciones presidenciales de 2014 cuando Rousseff fue reelegida con una ventaja muy estrecha a nivel nacional, en Cidade Tiradentes la gran mayoría votó por ella. “Con Lula mejoró nuestra vida, había más empleo y menos hambre; pudimos recibir Bolsa Familia o ayuda para pagar el alquiler”, describe Naira de Oliveira, de 27 años, sobre el programa social creado en los promisorios años de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-10). AFP