De acuerdo al jefe policial, Grandao se encontraba dándole a los tragos con otro integrante del PCC, Felipe Alves, alias Filhote o Bola de Fuego, en un burdel de Ponta Porã, con dos jóvenes, Gabriele Oliveira Antonello, brasileña de 18 años, y Sabrina Martins Dos Santos, brasileña de 24. Cuando cerró el local, los nombrados fueron hasta la discoteca After Office, que se encuentra en la línea internacional hacía Pedro Juan Caballero, que hacía su reapertura.
Según el comisario Gómez, los sicarios desde hacía unas horas estaban esperando el momento de hacer el “trabajo”. Fue así que las víctimas llegaron hasta la discoteca y minutos después ingresaron los asesinos –dos varones y dos mujeres– y abrieron fuego contra la mesa donde se encontraban Grandao y sus amigos. Las dos mujeres habrían utilizado pistola 9 mm, mientras que los hombres fusil 762.
El ataque duró apenas 20 segundos. Tras la matanza, los sicarios subieron a bordo de un automóvil Chevrolet Prisma, color gris o blanco, y se fugaron hacía Ponta Porá.
El daño colateral de la masacre fueron las once personas que resultaron heridas.
Según fuentes, Grandao era conocido miembro del PCC y también conocido por sus descuidos al realizar sus ataques. Era un matón al servicio del crimen organizado.
“Esta vez el hombre este se regaló, ya estaba aparentemente borracho y se descuidó en su protección, ya que se fue a exponerse a los enemigos, que ayer no le perdonaron”, mencionó Gómez.
Grandao era parte de la banda del conocido jefe de frontera del PCC, Oliver Giovanni da Silva, Elton Leonel Rumich da Silva, Ronaldo Rodrigo Benites, o simplemente Galán. Se cree que el grupo de sicarios creyó que Galán se encontraría en el grupo que estaba tomando cerveza en el interior de la mencionada discoteca.
En las primeras horas no se pudo identificar a los hombres fallecidos, por lo que se tuvo que dar participación a la Policía Federal de Ponta Porá para identificar los cadáveres. Fueron ellos los que confirmaron que los hombres muertos eran miembros del grupo criminal PCC.
Tras el hecho, los agentes investigadores allanaron varias residencias en busca de evidencias. Sin embargo, no encontraron nada relevante.
“Aquí nadie quiere colaborar con la investigación, todos tienen miedo”, explicó el jefe policial de Amambay, quien además mencionó que una novia de Grandao fue a reclamar el cuerpo del abatido criminal, para darle el descanso eterno en el cementerio.