Las máscaras, rostros dorados, imágenes de águilas y jaguares, están ya listas en esta pequeña localidad ubicada a 175 kilómetros al norte de Ciudad de Guatemala para representar el próximo 25 de enero, día de San Pablo, la batalla prehispánica que puso fin a una época, protagonizada por los príncipes Rabinal Achí y K’iche Achí.
Hechas de madera de cedro, la más antigua de las máscaras tiene 100 años y la más nueva 15.
A lo largo de cuatro actos, la danza repasa el conflicto entre las dos dinastías: K’iche Achí destruye 4 ciudades en la región de Rabinaleb y las obliga a pagar tributos, al tiempo que intenta raptar a los hijos del rey Rabinaleb’, una grave violación de la ley maya.
Tras ser capturado, el principe K’iche Achí es enjuiciado y se le da muerte, otorgando la supremacía a la dinastía Rabinaleb y a su capital, Kajyub.
La obra, con más de 800 años de antigüedad y popularizada en la era colonial, fue rescatada por un sacerdote francés en 1856, aunque desapareció casi por completo durante el conflicto armado interno que desangró Guatemala entre 1960 y 1996.
No obstante, en los últimos años se ha convertido en una de las grandes atracciones turísticas de esta región, un baile en el que los vivos entran en contacto con los muertos, los rajawales, representados con máscaras, para el deleite de los visitantes.
Se calcula que el 80 por ciento de los 40.000 habitantes de Rabinal pertenecen a la cultura achí y hablan esta lengua, uno de los 21 idiomas mayas reconocidos en Guatemala.
La Unesco considera a este baile amenazado por la precariedad de la situación económica de quienes lo preservan y por la “trivialización” que afecta la transmisión del conocimiento y los valores asociados a la interpretación de esta tradición teatral.