19 abr. 2024

Gracias a los compañeros de ruta

Cuando el camino ha sido largo, lo primero que hay que hacer es agradecer a los que nos ayudaron a recorrerlo. A los 89 años es un deber hacerlo. Hoy quiero agradecer a las tres familias que me han ayudado para llegar hasta hoy.

La primera es mi familia que me dio la vida y estuvo a mi lado en los años de mayor debilidad física por la edad. Ahora comprendo lo que significa mamá, papá, hermanos y todo el entorno de la familia extensa. Y mi oración es darles las gracias y pedir a Dios que todos podamos tener también este tesoro.

A los segundos compañeros de familia los elegí yo al iniciar una aventura grande como fue mi entrada en la Compañía de Jesús.

Su formación y su acompañamiento en la lucha por ideales comunes ha sido decisivo para caminar siempre hacia adelante. No he sido un fenómeno jesuita pero sí un jesuita que encontró unos horizontes de lucha fenómenos.

Me ha ayudado aquello que escribió el padre Pedro Arrupe: “No me resigno a que cuando muera siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.

¿La tercera familia? El mundo entero. Con algunos solamente he estado unas horas. Con otros muchos años. A otros, desde muy lejos, sin haberlos visto nunca, los he sentido muy cerca en sus luchas. A todos he procurado acercarme como cuando vine al Paraguay en el año 1964 y “Comencé aprendiendo”.

¿Qué me dio esta muchedumbre? Simplemente me modeló. Solo el mirarle a los ojos y ver la vida que estaba dentro con sus alegrías, sus ilusiones y sus penas han sido para mí un motor para impulsarme a un compromiso con Paraguay. Inclusive, de los que me rechazan he sacado consejos indirectos muy buenos para mejorar.

Sobre todo, doy las gracias al Dios de Jesús. Él es el origen de todo esto.