Pedro recuerda a Jesús que, a diferencia del joven que acaban de dejar, ellos lo abandonaron todo por Él. Simón no mira atrás, pero parece tener necesidad de unas palabras del Maestro que les reafirme en que han salido ganando en el cambio, que vale la pena estar junto a Él, aunque no posean nada. El apóstol se manifiesta muy humanamente, pero su pregunta expresa a la vez la confianza que le unía al Señor.
Jesús se llenó de ternura ante aquellos que, a pesar de sus defectos, le seguían con fidelidad: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna...
“¡A ver si encuentras, en la tierra, quien pague con tanta generosidad!”). No se queda corto Jesús. Ni un vaso de agua fría –una limosna, un servicio, cualquier buena acción– dado por Cristo quedará sin su recompensa.
El Papa, a propósito del Evangelio de hoy, dijo:.. “A quien le sigue, Jesús asegura la pertenencia a la familia de los cristianos y recuerda que somos todos hermanos. Pero advierte también que habrá persecuciones, dificultades. Vuelve sobre el mismo tema: quien me sigue, debe seguir el mismo camino que hice yo.
Un camino que conduce a abajarse y que termina en la cruz. Siempre habrá dificultades que vienen del mundo y las persecuciones, porque Él siguió este camino primero. Cuando un cristiano no tiene dificultades en la vida y todo va bien, todo es bello, algo no funciona. Da que pensar que haya cedido a la tentación de seguir el espíritu del mundo antes que a Jesús”.
(Del libro Hablar con Dios y Papa Francisco, 29/05/ 2013).