19 abr. 2024

Fútbol, cerveza y cachaca: El nuevo opio del pueblo

Por Adrián Cattivelli – En Twitter: @adricati

Adrian Cativelli

Carlos Marx sentenció en el siglo XIX que la religión es el opio de los pueblos. Lo dijo en el sentido de que la preocupación por una vida futura que inspira todo tipo de fe institucionalizada importa, en uno u otro sentido, un cierto grado de falta de compromiso con la construcción de una realidad más justa y humana en la vida terrenal.

“Si se coloca el centro de gravedad de la vida no en la vida, sino en el más allá –en la nada–, se ha arrebatado el centro de gravedad a la vida en general”, declaró a fines de ese mismo siglo Friedrich Nietzsche en su breve pero profunda obra El Anticristo.

Hablaban, pues, ambos, del efecto narcotizante de la fe. Pero como la religión ha sufrido un fuerte declive en el mundo de la posmodernidad, hoy ese lugar es ocupado por otros fenómenos, de efecto igualmente hipnótico. Es que –como escribió Aldous Huxley, en su célebre libro Las puertas de la percepción– es inimaginable que el ser humano vaya a sobrellevar la vida sin verse vinculado con algún tipo de adicción; él busca forzosamente la evasión como una forma de sobrevivencia.

En nuestra sociedad, el lugar de la religión –ámbito en el que se desenvuelve con mayor soltura el género femenino– ha venido a ser ocupado por otros sucedáneos no menos dañinos, sobre todo cuando se aplican en dosis inapropiadas, a saber, la cachaca, la cerveza y el fútbol.

Y si por separado estos factores son de por sí difíciles de abordar, cuando se combinan producen situaciones explosivas, como la consabida violencia de las barras bravas, que vienen a oscurecer aún más el perfil de un deporte como el fútbol que, a tenor de los serios eventos que han ocurrido recientemente tanto en el ámbito de la FIFA como de la Conmebol, se desenvuelve mucho más como negociado de grandes roscas mundiales que como sano entretenimiento de las multitudes.

La cachaca, ya lo he expresado en un polémico comentario precedente, denota la precariedad de la estética y el gusto musical de las grandes masas; mientras que la cerveza, por lejos la bebida más consumida en el país, genera –consumida en exceso– problemas de una gravedad, cuyos alcances sociales nadie parece querer abordar para evitar afrontar un debate que, es sabido, generará muchas críticas y molestias.

En suma, la cachaca, la cerveza y el fútbol constituyen la nueva Santísima Trinidad de la narcotización popular que, por fuerza de los hechos, llevará a consolidarnos cada vez más y mejor en las mediocres ligas de los países subdesarrollados, sin esperanza alguna de superación en el corto y mediano plazo.

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