Roberto Gómez Bolaños no soñaba con la fama y todo ocurrió, como decía en El Chavo del 8, “sin querer queriendo”. En los 60, cuando era guionista de un canal de televisión, faltó un actor y tuvo que pararse ante la cámara. Entonces, jamás imaginó que su destino sería divertir, sea con El Chavo del 8 o El Chapulín Colorado. El primero, que muestra a un huérfano de una vecindad mexicana, o el segundo, a un antihéroe miedoso disfrazado de insecto, son un fenómeno transcultural. En Brasil, rebautizado como “Chaves”, fue uno de los programas de mayor audiencia y llegó a Rusia o Angola. Los personajes de Chespirito son una mina de oro para Televisa, cadena que lanzó una serie animada y un videojuego de El Chavo, y que lanzará en 2015 una similar de El Chapulín Colorado.