La habitación tiene una cama, que resulta muy pequeña para un adulto, también tiene un anticuado edredón tejido a mano y una estantería con una docena de textos. Es el cuarto de un soldado francés muerto en la Primera Guerra Mundial que casi no ha sido tocado por los sucesivos dueños de la que fue su casa, señala la BBC.
El soldado Hubert Rochereau tenía 21 años cuando cayó en los campos de batalla de Flandes como oficial del 15 Regimiento de Dragones, en una de las últimas batallas de la I Guerra Mundial.
Luego de su muerte, sus padres, en duelo por su único hijo, conservaron el cuarto casi tal y como él lo había dejado. Solo colocaron una pequeña botella con tierra proveniente del lugar donde el joven encontró la muerte.
Luego de casi un siglo, el uniforme azul de Hubert, que descansa en un perchero cerca de la ventana, se está cayendo a pedazos, sus mangas casi totalmente carcomidas. También se aprecian fotografías en blanco y negro que salpican su escritorio, pero ya no hay nadie en la casa que recuerde esos rostros.
En las escrituras de esta vivienda señorial francesa hay un contrato que estipula que sus futuros propietarios deben mantener la habitación de Hubert tal y como él la dejó durante 500 años.
Es por eso que los sucesivos custodios de este museo íntimo mantuvieron la tradición y casi un siglo después de la muerte de Hubert, sus posesiones personales siguen sobre su escritorio.
El actual dueño de la casa es Daniel Fabre, que siguiendo la tradición conservó el cuarto tal y como lo encontró cuando se mudó. Aunque confiesa que poco y nada sabe del hombre cuyos recuerdos permanecen intactos.
“Me gusta decir que vivo en su casa, pero no con él”, dice. “No siento ninguna familiaridad con él. Era un joven oficial, un militar, y me lo imagino como alguien bastante provincial, tal vez incluso de mente un poco estrecha”, explica.
Daniel Fabre afirma que no sabe si el cuarto logrará sobrevivir otros 400 años. Pero su pequeña nieta dice que al menos ella nunca cambiaría nada.