Vivimos el saqueo del Paraguay en manos de unos pocos, el debilitamiento de las organizaciones populares y la sensación de ser una nueva colonia.
Frente a esto, todos los que amamos a la patria estamos descontentos. Y cada uno reacciona de acuerdo a como concibe la vida.
Y muchos cristianos se preguntan “Y Dios, ¿qué hace en este desastre?”. Con mis hermanos creyentes vamos a reflexionar.
Nuestra fe no solo se refiere a la existencia de Dios, también a su relación continuada con todos.
Creemos que su causa, el Reino de Dios, está en medio de nosotros. Reino de Justicia y de amor, que quiere que sea una antesala de lo que llamamos cielo. Esa es la voluntad de Dios que nos enseñó Jesús. Voluntad que incluye nuestro compromiso, nuestro amor por esta causa. Dios nos quiere protagonista de ella.
Dos son las ideas que se me ocurren. Primera: todos los paraguayos sin distinción alguna estamos asociados a esta causa.
Segunda: el cristiano, si conoce lo que es su fe, encontrará en ella un gran incentivo para luchar.
El grito actual en el Paraguay debiera de ser “Descontentos todos del Paraguay, ¡unámonos!”.
Quizás seamos pocos al comienzo, pero iremos creciendo en número y en firmeza de convicción.
Y corre prisa el hacerlo.
Porque es demasiado el dolor que causa tanta injusticia en nuestros conciudadanos. Porque en el bando contrario, los adoradores del dios dinero, cada día mejor preparados, avanzan más.
Porque está comenzando una nueva época en la historia humana con un horizonte grandioso e insospechado que será bueno para todos o solo para un grupo de poderosos. Y la elección está en nuestras manos.