La cruz se presenta en nuestra vida de muy diferentes maneras: enfermedad, pobreza, cansancio, dolor, desprecio, soledad... Hoy podemos examinar en nuestra oración nuestra disposición habitual ante esa cruz que se muestra a veces difícil y dura, pero que, si la llevamos con amor, se convierte en fuente de purificación y de vida, y también de alegría.
¿Nos quejamos con frecuencia ante las contrariedades? ¿Damos gracias a Dios también por el fracaso, el dolor y la contradicción? ¿Nos acercan a Dios estas realidades, o nos separan de Él? “Es verdaderamente suave y amable la cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; solo la alegría de saberse corredentores con él”.
El papa Francisco al respecto del evangelio de hoy dijo: Jesús “se aniquiló a sí mismo, se hizo pecado por nosotros, él no conocía el pecado”. Y comentó que este es el misterio, podemos decir: “Se ha hecho como una serpiente, feo”:
“Cuando miramos a Jesús en la Cruz, hay bellos cuadros, pero la realidad es otra: estaba todo tironeado, ensangrentado por nuestros pecados. Este es el camino que él ha tomado para vencer a la serpiente en su campo. Mirar la Cruz de Jesús, pero no aquellas cruces artísticas, bien pintadas: mirar la realidad, lo que era la cruz en aquel tiempo. Y mirar su recorrido y a Dios, que se aniquiló a sí mismo, se abajó para salvarnos. Este también es el camino del cristiano. Si un cristiano quiere ir adelante por el camino de la vida cristiana debe abajarse, como se abajó Jesús. Es el camino de la humildad, sí, pero también el de llevar sobre sí las humillaciones como las ha llevado Jesús”.
En la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa ha pedido a la Virgen María la gracia de “llorar de amor, llorar de gratitud porque nuestro Dios nos ha amado tanto que ha enviado a su Hijo” a “abajarse y aniquilarse para salvarnos”.
(Hablar con Dios, de Francisco F. Carvajal, y http: //mvcweb.org/ papa-francisco/14set-exaltacion-de-la- santa-cruz/).