Celebramos la disminución de la extrema pobreza en los últimos años en nuestro país (cualquiera sea la cifra). Pero preocupa nuestra acción concreta como ciudadanos, como cristianos, o simplemente como humanos. No podemos tener hijos o hermanos de la patria que adolecen del pan vital de cada día.
¡Qué difícil nos resulta desprendernos! Para poner solo algunos ejemplos: todavía se escucha el tintineo de las monedas en la canasta parroquial o en las manos del prójimo cuando sabemos que con ellas no se puede adquirir casi nada. Todavía conservamos prendas “por si acaso algún día adelgazo o engordo”, todavía amontonamos en el depósito de la casa o empresa sillas, escritorios, herramientas, juguetes y una lista sin fin de enseres que puestos a disposición de otros dueños, mejorarían su calidad de vida. Todavía les peleamos a los pocos impuestos que tenemos que pagar en Paraguay, sacando por aquí, restando por allá, con actitud tacaña e irresponsable.
Y seguimos acumulando… propiedades, tierras y capital que quedarán para dividir la familia, pero seguimos juntando, sin descanso, olvidando que solo llevaremos nuestras obras de amor.
Necesitamos cambiar el chip, para ser más felices y libres. Necesitamos actuar en contra, para hacer lo opuesto a la natural tendencia de acaparar (San Ignacio lo llamaba agere contra) con algunas acciones heroicas como estas: obligarnos a dar en limosna el billete más grande del Banco Central, poner a disposición todo lo que hace un año tenemos guardado, hacer una donación que nos duela. Emprender así una guerra contra nuestro egoísmo y angurria, para constatar la alegría del desprendimiento y enriquecer el equipaje.
En esos pobres extremos está Jesús, no hay que buscarlo más lejos, lo dio todo y se hizo pan para que nunca faltara en ninguna mesa. “Porque tuve hambre y me diste de comer”. Es demasiado claro. Él cuenta con nosotros, no tiene otras manos, ni otra voz que la nuestra para construir un orden social más equitativo en nuestra patria.
Que Jesús en esta Pascua nos libere y regale la alegría de compartir el “pan”, hasta vaciar los bolsillos.