Por supuesto que los culpables del Gobierno en el desalojo no se dieron por aludidos y días después desalojaban a los ava guaraní de la colonia Sauce, en Minga Guazú... Pero el grito se sigue repitiendo “¡Este es el último desalojo!”. Y ahora lo gritamos con más fuerza por muchas razones.
Primera, porque ya quedan pocas tierras para campesinos (el 80% está en manos del 2%, que son ganaderos y sojeros). Cada desalojo significa que pasan a manos de latifundistas varios centenares o mil y más hectáreas.
Segunda, porque dado que la recuperación de estas tierras con un gobierno honesto va a ser comprándosela a los latifundistas y no hay tanta plata en el Paraguay, no conviene aumentar la cantidad de tierra a comprar luego.
Tercera, porque esta es una buena ocasión para lanzar una campaña nacional sobre “¡Este es el último desalojo!”. El presidente busca la reelección y cada desalojo puede llegar a ser como un referéndum contrario a la reelección en el corazón de muchos votantes ya concienciados.
Cuarta, porque aún riéndose el Gobierno de esta campaña y no haciéndole caso, al hacerla le damos un fuerte apoyo a nuestros compañeros campesinos desalojados. Sufren mucho y están desamparados y solos. El estar decididamente con ellos es el mayor apoyo que todos les podemos dar.
Quinta, porque el frenar los desalojos es el primer paso para una reforma agraria, que no es sino el no contentarnos con la tierra, sino el exigir ayuda técnica, caminos de todo tiempo, mercados y préstamos.