Recuerdo muchas campañas comunicacionales organizadas por entidades del Estado. Algunas son de concienciación, como los del Ministerio de Salud o Educación o Industria y Comercio, y otros son más bien simples intentos de lavado de cara, como los que habitualmente realizan Itaipú o el Congreso Nacional.
La inédita campaña que está llevando a cabo en este momento el Consejo de la Magistratura se inscribe más bien dentro del segundo grupo, aunque quiera hacerse pasar como las del primero.
Sin duda que el que menos convence de todo este lata parârâ es el mismo presidente del Consejo de la Magistratura.
El ver a un curtido político como Enrique Riera prometiendo una vez más el oro y el moro es como un deja vu de mal gusto, como un túnel del tiempo que nos invita a sus viejas promesas cuando pugnaba por ser parlamentario o intendente o candidato a presidente.
Cuando Enrique Riera habla de lo transparente que está siendo todo el proceso, cuando realiza todos estos gestos por hacerse pasar como un técnico que no debe pleitesía a nadie y a nada, es tan difícil creerle porque sus antecedentes como político no le respaldan, y porque todos sus gestos apuntan a que el que realmente está en campaña es él y no el Consejo de la Magistratura en sí.
Todo lo que tenga que ver con nuestro sistema de justicia está tan corrompido que uno ya ve con desconfianza tanto ruido diciéndonos lo bien que están haciendo las cosas.
Y no es que uno no crea en la honorabilidad y erudición de varios de los karai guasu del derecho (como le gusta decir a Riera) que integran el comité ad hoc conformado para analizar a los candidatos a la Corte Suprema de Justicia, sino que más bien rogamos por que no estén siendo utilizados en su buena fe.
Entiéndase bien, todos queremos una Justicia apolítica, que funcione por igual para todos los paraguayos.
Que seamos una sociedad desigual y un Estado fallido se explica en buena parte por el sistema judicial venal y parcialista que históricamente nos ha tocado tener a lo largo de nuestra historia.
Como nunca necesitamos que la Corte Suprema tenga a jueces íntegros. Solo que nos llama la atención tanto ruido marketinero que a diario se está viendo.
Ojalá sea una sospecha infundada la nuestra, un simple prejuicio que se enciende ante tantas décadas de decepciones. Ojalá sea solo eso y veamos por fin a jueces sin padrinos ni cuoteo ocupar el Máximo Tribunal.