25 abr. 2024

Es necesario depurar también las universidades del interior

No solamente hay corrupción en la Universidad Nacional de Asunción (UNA), sino también en sus filiales del interior y las universidades públicas regionales. Ellas también son feudos de planilleros y claques manejados con criterios personalistas que favorecen a privilegiados, dejando de lado la excelencia académica que debería existir en instituciones de enseñanza de nivel terciario. Su existencia es relevante para fortalecer la descentralización educativa, pero es nefasta porque los conocimientos que imparten son mediocres y constituyen una estafa a los estudiantes que aspiran ser profesionales competentes. Así, el despilfarro de dinero se suma al sistema perverso montado solo con el ánimo de apropiarse de dinero público y no para ofrecer servicios relevantes a la población.

Está más que evidenciado que el esquema de corrupción montado en la sede central de la UNA también se reproduce en el interior del país. Es más: tal como se presenta la realidad, las creaciones de filiales de facultades no han respondido necesariamente al propósito de brindar un servicio a la ciudadanía, sino también al de habilitar –detrás del gesto noble tras el que se escudaba– espacios para ubicar a un grupo privilegiado con elevados salarios.

Tal como se ha visto en estos días en Ciudad del Este, Coronel Oviedo y otras ciudades, donde funcionan universidades regionales solventadas con dinero de los contribuyentes, también existen irregularidades que merecen ser investigadas a profundidad y autoridades que no gozan de la confianza de los estudiantes que les reclaman que renuncien.

El gesto de los alumnos de la carrera de Veterinaria, de Concepción –filial de la Facultad de Veterinaria de la UNA–, que han venido a San Lorenzo a buscar a profesores que figuran en planilla enseñando en la capital del primer departamento y, sin embargo, ellos nunca vieron sus caras, habla de la necesidad de que la mirada crítica se focalice también en las instituciones que funcionan en el interior.

Encabezando la lista de planilleros presentada por los alumnos, con un sueldo de 34 millones de guaraníes mensuales, figuraba nada menos que el ahora ex rector de Veterinaria, Juan Gualberto Caballero, seguido por otros seis profesores que embolsaban en conjunto cada mes 93 millones de guaraníes.

“Somos del quinto año. Nunca les vimos, nunca se fueron a dar clases”, denunciaron los estudiantes que recorrieron 427 kilómetros para llegar a la sede central de la UNA, en el campus de San Lorenzo.

Lo que se ratifica con esto es que el sistema de reparto del dinero público desde la UNA, con el que fuera rector a la cabeza, operaba como mínimo a través de dos vías: la concesión de rubros docentes a personas sin títulos universitarios y a leales que solo cobraban sin prestar el servicio al que estaba asignado en el interior del país.

El caso de los estudiantes de Veterinaria de Concepción está mostrando a la opinión pública un ejemplo que, de seguro, se replica en otras filiales de facultades de la UNA en el interior. Y también en las universidades regionales de la República.

Todo esto da la pauta de que la depuración completa de la UNA y las universidades regionales es una tarea impostergable. Para que la lucha de los jóvenes universitarios sea verdaderamente eficaz es necesario desmantelar el esquema de corrupción montado, investigar a sus responsables y sancionarlos de acuerdo a lo que prescribe la ley.

Es hora de poner en orden las casas de las universidades públicas y continuar un proceso que las convierta en unidades académicas donde los puestos se ganan por méritos acumulados y no por contar con el apoyo de padrinos poderosos.

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