29 mar. 2024

¿Es el parlamentarismo la solución?

Por Alberto Acosta Garbarino Presidente de Dende

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Alberto Acosta Garbarino

El largo y tortuoso proceso de destitución de la presidenta brasileña Dilma Rousseff mantuvo al Brasil paralizado políticamente durante más de un año en medio de una tremenda crisis económica y social.

Este juicio político en el Brasil, al igual que el juicio político a Lugo en el Paraguay, ha generado una profunda división de la sociedad, entre los partidarios del gobierno que acusan de “golpista” al Congreso y los partidarios de la oposición que afirman que la destitución es legal.

Leyendo la Constitución del Brasil se puede afirmar que el proceso de impeachment, al igual que el de Lugo en el Paraguay, se ha ajustado estrictamente a la letra de la Carta Magna.

Pero para ser honestos intelectualmente hay que decir que si bien esos juicios políticos, se han ajustado a la letra de las constituciones vigentes, esas constituciones no son compatibles con el espíritu de un sistema presidencialista.

La esencia de un sistema presidencialista consiste en una clara separación y equilibrio de poderes, entre el legislativo, el ejecutivo y el judicial, donde los dos primeros son elegidos directamente por el voto popular.

Por eso, la constitución en un sistema presidencialista no debería otorgar al Congreso la facultad de destituir a un presidente que tiene la misma legitimidad de origen... basado en el voto del pueblo.

La única figura constitucional compatible es la del referéndum revocatorio de mandato, donde el mismo pueblo que eligió al presidente es el que lo destituye.

Es cierto que Estados Unidos, que es la cuna del presidencialismo, tiene la figura del impeachment, pero también es cierto que en más de doscientos años de democracia nunca un presidente fue destituido por dicho proceso.

Sin embargo, en América Latina los presidentes han sido permanentemente destituidos, antes por medio de golpes militares y ahora por medio de legales juicios políticos.

Ante este fracaso del presidencialismo en la región, muchos creemos que debemos pensar en el sistema parlamentarista como una mejor opción.

En este sistema, que lo tienen casi todos los países europeos, el pueblo elige solamente a los representantes del Parlamento y son estos representantes los que, por mayoría, eligen al jefe de Gobierno, que en España se llama presidente, en Inglaterra primer ministro y en Alemania canciller.

Como ese jefe de Gobierno ha sido elegido por el Parlamento, es el mismo Parlamento, nuevamente por mayoría, el que lo puede destituir en un procedimiento relativamente simple y totalmente político.

En un mundo en constantes cambios y en países de gran fragmentación política como los nuestros, pareciera que el Parlamento es el lugar donde mejor se reflejan los deseos de las mayorías. Y si esa mayoría cambia, es mejor cambiar al jefe de Gobierno.

Si un presidente pierde el apoyo para gobernar, en el sistema presidencialista se produce una crisis en el sistema político en su conjunto (como Venezuela), mientras que en el sistema parlamentarista es una crisis que se limita al ámbito de los administradores del Gobierno (como Gran Bretaña con el brexit).

Algunos dicen que el parlamentarismo generaría mayor inestabilidad y nos daría líderes muy débiles. Sin embargo, la experiencia europea dice lo contrario, y si no, veamos los largos y fuertes liderazgos de Adenauer, Kohl y Merkel en Alemania o de Churchill, Thatcher o Blair en Inglaterra.

Si en algún momento modificamos nuestra Constitución, ese sería el momento para movernos hacia un sistema parlamentarista que parece ser el que mejor se adecua a sociedades altamente inestables como las latinoamericanas.

Caso contrario, seguiríamos con un sistema presidencialista al cual siempre le hemos hecho trampa, antes con golpes militares y ahora con legales juicios políticos.

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