19 abr. 2024

Entre mentiras y promesas

La columna del infiltrado

Tal como el mítico tío Alberto, de Joan Manoel Serrat, este país vive “entre la ruina y la riqueza, entre mentiras y promesas”. Las únicas promesas que se cumplen son las negativas para nuestros intereses. La suba del pasaje, por citar un caso bien actual. Las demás promesas, anuncios inclusive, como el de que se iba a rever de punta a punta la deuda que tenemos con la Argentina, revolotean un rato, despiertan comentarios de diversa índole, y se pierden en el espacio sideral.

Brasil bajó de 300 a 150 dólares el límite de compras en las ciudades paraguayas fronterizas, para luego suspender la medida antes de que entrase en vigencia. Los comerciantes de esas ciudades (Ciudad del Este en menor medida) respiraron aliviados y agradecidos. Pero no deben olvidar que antes no había límites.

Nuestros hermanos mayores se portan como verdaderos déspotas con nosotros. Pero no así con Uruguay, un país más chico aún que Paraguay pero que se planta de otra manera en el campo de juego (disculpe, pero todavía está fresco el Mundial pasado). Los uruguayos no permitieron la instalación de una industria papelera en la Argentina porque aquella amenazaba la seguridad ambiental, por su cercanía. Nosotros no logramos siquiera un sitial destacado en el coro opositor al proyecto de instalar en Formosa una planta de tratamiento de uranio, cuya peligrosidad no necesita presentación. Hoy, la oposición más seria que tiene Cristina Fernández y su proyecto surge de la ciudadanía joven de Formosa y del biólogo cordobés Raúl Montenegro, quien viajó en ómnibus 14 horas para participar de la audiencia pública formoseña, la semana anterior. Una paraguaya, Paloma Machaín, intervino en la audiencia y defendió el funesto proyecto. Otra paraguaya, para equilibrar, Evangelina Argüello, lo atacó con argumentos irrefutables.

A la tímida petición paraguaya de que se revea la tarifa que nos pagan por la energía de Yacyretá, los hermanos argentinos nos retrucaron con que les debemos más de 18.000 millones de dólares, en concepto de capital e intereses de lo que en principio fue el aporte de seis mil millones de dólares hecho por la Argentina para la construcción de la hidroeléctrica. Ahora resulta que no era un aporte sino un préstamo a interés bancario.

Como telón de fondo de todos estos abusos vergonzosamente tolerados casi en silencio, la navegación por el río Paraguay es dificultosa para cualquier cosa flotante que lleve bandera del Paraguay.