... y una “secreta reunión” de periodistas con el presidente de la República...
Esta semana está tan cargada de hechos llamativos, importantes y trascendentes, que faltan tiempo y espacio para hablar de todo. Acá vamos a centrarnos en 3 acontecimientos que desnudan, en algún caso hasta literal, la anatomía de lo bueno, lo malo y lo feo de nuestra política y nuestra justicia aldeanas.
Empecemos por lo más grato. Lucía, la que movió en su defensa a un sector importante de la población y numerosas organizaciones nacionales e internacionales, quedó finalmente libre tras más de 3 años de prisión, acusada de asesinar al marido. Si bien la Justicia usó la figura de la duda a favor de ella, para no asumir propiamente que todo fue en legítima defensa ya que la mujer era una sistemática víctima de violencia doméstica o de género, el fallo se torna histórico y sienta un poderoso precedente en la lucha por la defensa de los derechos y el respeto a las mujeres, víctimas de un sistema brutal y una sociedad machista y patriarcal. La pelea, a pesar de estos avances, sigue desigual y cuesta arriba, entre otras cosas porque existen mujeres como la fiscala María José Pérez que pidió: pena máxima de cárcel, por algo que –por lo menos con el in dubio pro reo– no fue.
Ahora lo feo, que se convirtió en un viral objeto de burla, pero que resulta altamente peligroso y reflejo degradado de la poca seriedad de algunos jueces y los abusos de poder que perpetran. Es la denuncia por acoso sexual de la modelo Gaby Wolscham contra el juez Guillermo Pereira Saguier. El magistrado, que atiende la demanda de la mujer por régimen de visita contra su ex pareja, le anduvo enviando fotos en bóxer y de su genital, en medio de una conversación de chat en la que exponía su deseo de tener relaciones sexuales con ella.
De lo hilarante hay que ir a lo grave del manejo de la Justicia por estas personas.
Y lo feo, lo terrible: la reunión secreta, que al filtrarse fue privada, entre Horacio Cartes y 8 periodistas.
Siempre que el poder político y el periodismo acuerdan guardar información es una catástrofe para la sociedad. A estas alturas la desconfianza es la que reina sobre lo que fue, se trató y se dijo allí. Violando principios fundamentales de la profesión, los comunicadores terminaron prostituyendo la credibilidad y la ecuanimidad. Asesoraron al presidente –que no es su trabajo– y claudicaron aceptando callar. Todo discurso justificador es letanía. El secretismo es lo contrario al periodismo serio e independiente.
Demasiado para alegrarnos y entristecernos, ¿no?