Ya sus dedos estaban entintados. Habían votado. Y solo les quedaba volver de inmediato a su pobreza rural.
Al preguntárseles a algunos de ellos si conocían las promesas de los candidatos, la respuesta individual era casi unánime: “Nahániri, che ajúnte avota”.
Se habla de voto útil cuando se cambia de preferencia a favor de un candidato que puede ganar y que es capaz de lograr la adhesión de los que no quieren desperdiciar su voto marcando el nombre de quien de antemano se sabe que va a perder.
En contrapartida, el voto inútil es el que solo se plasma en la papeleta sin que la persona tenga información alguna acerca de la propuesta de los candidatos.
Se supone que un ciudadano que va a concurrir a las urnas escucha los proyectos de los intendentables, los compara y luego toma la decisión de apoyar a uno en particular.
No es así. Todavía es muy fuerte la adhesión al color partidario. Al trapo, que todavía recuerda tiempos de sangre y luto y que hoy evidencia que en cuanto a conciencia cívica no se ha avanzado casi nada en algunos sectores del país.
Los campesinos que van de las compañías a los centros urbanos a sufragar, la mayoría de las veces, solo votan rojo o azul. Son sus únicos “argumentos” electorales.
No les importa si su candidato presenta todos los signos de alguien que, una vez sentado en la intendencia, se olvidará de los que le votaron y solo recordará su bolsillo y a sus familiares, amigos y correligionarios leales.
Tampoco, que el equipo que acompañó su candidatura sea de gente en la que no se puede confiar y si hay que sospechar por los antecedentes de cada uno de ellos.
Esa actitud es la que ha parido y sigue pariendo intendentes que, como mínimo, engullen la mitad del dinero del Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide) destinado a mejorar la infraestructura escolar, gran parte de los royalties y otros ingresos municipales.
Son también los que después del 21 de diciembre van a pedir las listas de beneficiados con los programas sociales del Gobierno para acomodarlos a la medida de sus intereses. Pondrán a pudientes sin vergüenza de apoderarse de recursos económicos que pertenecen a los pobres y excluirán a muchos que viven en la indigencia.
Por supuesto que aquellos que votaron a ciegas por su enseña partidaria y nada más no controlarán a sus intendentes a lo largo de su gestión.
En cinco años más, la historia volverá a repetirse. Lamentable y tristemente.