Las urnas hablaron el domingo pasado en 250 ciudades y pueblos. Algunos perdieron y otros ganaron, y la democracia sin planos ni genética nos ha dado buenas y malas sorpresas. Sabemos lo que no nos gusta un poco más, pero todavía nos falta comprender la complejidad de lo que se administra. Se requiere de un ejército de burócratas convencidos de que el Municipio no es un coto de caza de quien gana ni la referencia para ganarse un salario a fin de mes. Con ciudadanos más informados y más fácilmente enojables, el poder es cada vez más efímero y fácil de perderlo. Se gana contra alguien con mucha facilidad, pero se gobierna contra muchos con dificultad. Tiempos de nuevas tecnologías, donde WhatsApp ha hecho más por la democracia paraguaya que lo que la Justicia o la política han podido jamás.
El domingo se dieron cosas interesantes. Se fue la familia Samaniego del Partido Colorado; subieron con Nicanor Duarte Frutos, quien ocupó la silla del páter familia en la Junta de la ANR y en retribución los colocó en lugares claves desde donde crecer. Este tuvo a uno de los hermanos –experto en negocios– en puestos claves; dicen que era el único con derecho a sentarse en la cama matrimonial de Mburuvicha Róga. El eterno presidente de la seccional 8 era consejero de la ANDE; la hermana, senadora; el hermano, diputado primero y luego intendente.
Demasiado para un tiempo que comienza a castigar el nepotismo y que a la falta de dinero y con economía estancada, se pasa la factura sin asco. Así como se fueron los Argaña, los Frutos y otras familias reales de la ANR, ahora se van los Samaniego. Ciclo natural en estas democracias castigadoras.
Perdió Cartes, cuya reelección fogoneada por algunos y por él fue sepultada definitivamente. Ahora le queda trabajar duro en un gobierno donde el negocio político será oponerse al mismo. Hasta Llano parece opositor y eso es mucho. Los aparatos no son suficientes para ganar y la gente ha guacheado la soberbia, pero por sobre todo a los malos administradores.
En Asunción casi nadie festejó el triunfo de Ferreiro, porque en realidad no ganó él, sino que perdieron los Samaniego, el Partido Colorado y Cartes, en ese orden. Le dieron más de 100.000 votos para intendente, pero solo 15.000 para concejales. Hasta el cómico Apuril tuvo más concejales que la lista de Ferreiro, quien ahora deberá administrar como Lugo a sus aliados en una disputa que puede llevarle más tiempo que la misma gestión. Solo contener la angurria de Wagner nomás es una tarea ciclópea, más dura quizá que reparar los baches, que son a veces consecuencia de una Junta Municipal cuyos concejales –menos responsables de los actos del intendente– ganan más dinero que él.
El gran tema de la política actual son las ciudades. Ahí se libra la madre de todas las batallas. Ahí están los puntos emergentes y permanentes de la política.
Con una migración campo-ciudad del 8% anual, nos hemos llenado de nuevos ciudadanos con costumbres pastoriles, cuyas demandas son para ayer. Quieren casas, calles asfaltadas, plazas seguras, estacionamientos como negocios, escuelas, colegios, comisarías, desagüe cloacal, transporte... en fin, quieren de todo, pero no tienen cómo pagar sus impuestos. No desean ser trasladados de los territorios inundables porque la administración anterior –en el ánimo de ganar sus votos– les dio título de propiedad sobre charcos, lagunas y el mismo río que bordea la capital.
Los nuevos intendentes deben ser impopularmente racionales y de esos no abundan en estos tiempos y lares. Gran capacidad de gestión, visionarios, innovadores y preparados para ganarse la antipatía de muchos, pero dejando una ciudad mejor.
Sugerencia: Aprender de los grandes nuevos alcaldes de América Latina, los colombianos Mockus, Peñalosa y Fajardo. Se los sugerí a un cercano colaborador del nuevo alcalde asunceno y me contestó: "¡Nosotros tenemos mejores aquí!”. Ya saben, la gente condena la soberbia, la necedad y los inútiles. La guacha popular espera a estos y a muy corto tiempo.