El 1 de agosto de 2004, Humberto Martínez fue un NN. Hoy no tiene recuerdos del incendio del supermercado Ycuá Bolaños, que lo dejó siete días en coma. El ex repositor de pollos Pechugón relata que vive de milagro y su familia clama por justicia.
Humberto tiene 46 años, cuatro hijos y nunca volvió a trabajar en un supermercado. Cada vez que llega agosto, su esposa Silvia Araújo recrea todo lo que pasó después y sufre impotencia.
“Mi esposo entró en shock y bloqueó esa parte de su vida”. Pero vio en sueños un fuego interminable. Ese 1 de agosto, Humberto fue rescatado por Luis Mujica, un ex alumno suyo de la catequesis que lo llevó al IPS. “Cada vez que podemos, nos vemos”, dice el sobreviviente.
Luis, el rescatista de Humberto, a pesar de conocerlo, ese domingo no lo reconoció porque estaba cubierto de hollín. Hasta que revisó su billetera y se comunicó con su familia. En el IPS estuvo siete días en coma, cuatro días en terapia intensiva y otros días más a raíz de una intoxicación por gases tóxicos, se quemó la tráquea, la laringe, los pulmones hasta los alveolos.
El hombre fue auxiliado a tiempo, sufrió un edema cerebral y en la córnea por todo el aire caliente que había tragado cuando el fuego arrasó en el supermercado. “Gracias a Dios estoy vivo, es un milagro dice mi señora”, aseguró Humberto, quien hoy trabaja en una fábrica de plásticos.
Silvia se enteró del incendio a través de su hijo de seis años que se había sorprendido cuando se informó sobre el incendio en el supermercado de Trinidad. “Mi papá está ahí”, dijo y empezó un calvario.
“Yo más bien pasé el accidente”, dice la mujer. Silvia llegó al lugar y sintió lo que jamás había sentido en tal grado: impotencia. En un segundo todo se vino abajo. “Había cuerpos calcinados, era desesperante. Nunca puedo superar esa parte de mi vida”.
Humberto volvió al Ycuá para filmar el lugar y sintió miedo al llegar a una zona en la que supuso se encontraba cuando empezó el incendio. No quiere recordar. Su esposa tampoco quiere recordar que por negligencia se perdió el caso ante la justicia y ahora tienen que pagar G. 23 millones. “Y si se inicia una contrademanda y se pierde otra vez mi marido puede quedar preso. La justicia acá no existe”, lamenta la mujer del sobreviviente, al que define una palabra: lucha.