Por Tamara Celano
Fuera de la pomposidad de elaborados trajes u ostentosa escenografía, con una ingeniosa visión casi relajada llegó la tragedia del príncipe abocado a vengar la muerte de su padre. Las barreras del lenguaje (idioma inglés) se disiparon con el apoyo de breves introducciones a cada escena que se podían leer en una pantalla colocada al pie del escenario, apoyo que llevaba al espectador al momento sin robarle el disfrute de las interpretaciones.
La música fue elaborada por los actores que se turnaban en la ejecución de violines e instrumentos de percusión y líneas vocales.
La puesta, que se extendió por casi 3 horas, buscaba la constante complicidad del público con picos de picardía, invitando a una interesante relectura de un clásico.
Bajo esa línea, Hamlet muestra una creciente inquietud al encontrarse con el fantasma de su padre, el Rey, quien le revela que su tío Claudio lo asesinó para quedarse con el trono y desposar a su madre, la reina Gertrudis. Así, debatiéndose entre la tristeza, desconfianza y venganza, da la impresión de haber perdido la cordura para llegar a descubrir la verdad. Elección que le cobra la pérdida de su amada Ofelia, a quien aleja con una perturbadora escena donde desvaría y niega hasta conocerla, coronando su desdicha al matar a su padre Polonio. Una obra donde resaltó la capacidad interpretativa de los actores.