24 abr. 2024

El retrato perdido del Mariscal

Antes del séptimo día

Hace cuatro años, Luis Pulgo Barriocanal, endocrinólogo y amigo, se encontraba en La Habana, participando de un congreso médico. Durante una visita a un museo le pareció que el personaje que aparecía montado en un caballo en un enorme cuadro era muy parecido al Mariscal López. Era el general español Prim y Prats, le aclararon los del museo. Intrigado, Pulgo fotografía el cuadro e investiga en internet. Descubre que en Paraguay había un retrato de López prácticamente idéntico: el mismo uniforme, similar postura del caballo, el mismo rostro.

A su vuelta, me comenta el hallazgo. Me pareció una historia suficientemente curiosa como para publicarla. La compartimos con el periodista Antonio Pecci y, pocos meses después, aparecía en el Correo Semanal, de Última Hora, una columna firmada por Barriocanal titulada Como dos gotas de agua. Estaban allí las fotos ecuestres de La Habana y Asunción. ¿Habrían sido pintadas por el mismo artista? ¿Con el mismo modelo? ¿Sería una pose estándar de los retratos de la época?

Se sabría después que la última era la hipótesis correcta. La pintura que existía en Paraguay era de Guillermo Da Ré. Pero, ¿y la de Cuba? La incógnita se develó porque el artista Osvaldo Salerno, al leer el comentario, lo vinculó con algo que había comprado en un anticuario de Montevideo hacía más de dos décadas. Se trataba de una carte visite -una pequeña postal- con la foto de un retrato ecuestre del Mariscal López, cuadro que Salerno jamás había visto. Escribe entonces una carta al embajador de Cuba en la que le comenta lo que estoy relatando y le solicita una foto ampliada del cuadro de La Habana para poder comparar mejor.

Gente seria, los cubanos. Hicieron mucho más que eso. Respondieron con tres carpetas de documentos. La primera, contenía un relevamiento del estado de la pintura tras una restauración; en la segunda, se hacía un estudio del parecido iconográfico entre el general Prim y el Mariscal López, a partir de fotos y pinturas de la época; y en la tercera, se adjuntaba la evaluación de un laboratorio de Madrid que establecía que a partir de las características de los hilos y la pintura se trataba de una obra realizada en el siglo XIX. Con todos estos datos, los expertos en patrimonio histórico de Cuba reconocieron que se trataba efectivamente de un retrato de Francisco Solano López. Había sido donado al museo por un renombrado restaurador cubano en 1971, que aún vive y se llama Rafael Ruiz Piña. Falta saber cómo la pintura llegó a sus manos y por qué se creyó que se trataba de un retrato del general Prim.

Osvaldo Salerno no se quedó allí. Mientras contactaba con expertos argentinos y uruguayos para averiguar quién podría ser el autor del cuadro, también solicitaba a Cuba que nos presten la pintura por un tiempo, para apreciarla aquí.

Todo indica que se trata de un lienzo de Juan Manuel Blanes, el célebre pintor histórico uruguayo, quien lo habría pintado por encargo del ministro paraguayo Brizuela en 1864. El cuadro estaba perdido desde entonces. Hay historiadores que sostienen que Madame Lynch lo conservó consigo hasta Cerro Corá y lo llevó a París, donde se perdió su pista. Si fuera de Blanes, la pintura valdría no menos de medio millón de dólares. Es el cuadro que los cubanos han decidido donarnos como regalo por el Bicentenario.

Son los beneficios de una sana curiosidad. La iniciativa de Pulgo Barriocanal y la tozuda persistencia de Osvaldo Salerno están poniendo fin a un misterio que arrancó hace casi un siglo y medio.