¡Bienvenido al país donde impera el reino de los números! Aquí se hacen y deshacen las cosas, desde las más pequeñas hasta las más complejas, sin más criterio que conseguir simple y llanamente los números para lograrlo.
Fíjese que en este país no es necesario tener argumentos suficientemente fundamentados para tumbar o mantener a un gobierno; basta que en el Parlamento se tengan los números, el efecto será que en 48 horas se cambie al dueño de la silla del Palacio de López.
De la misma forma, solo se precisan los números suficientes de legisladores que hagan la vista gorda para no reunir los votos que permitan intervenir un municipio seriamente cuestionado por su autoritarismo y corrupción.
Si cuenta con los suficientes números en el bolsillo, se puede tranquilamente contratar a un audaz abogado, capaz de chicanear cualquier tipo de imputación que se abra en su contra –que por más grave que esta sea–, que el Poder Judicial aceptará una y otra vez los variopintos argumentos que se le expongan hasta que el plazo de la causa fenezca y el caso quede impune.
Es que en un reino donde imperan solo los números, el Gobierno puede tener 40 familias enlutadas en un lapso de solo tres años de gestión; tener a un grupo de no más de 100 criminales que se paseen a sus anchas por dos departamentos norteños, que el ministro del Interior saldrá (como queriendo minimizar la cosa) a decir son “solo bajas” por estar en el frente de batalla.
Pues en la extraña lógica de este reinado nulo de autocrítica, la conclusión es que seres mortales –como usted y yo– no hemos pasado de ser más que simples números.
Lo mismo ocurre en materia económica, pues a usted le expondrán que las cosas están bien, que estamos mejor que el vecino, que las inversiones aumentan, las exportaciones se recuperan, que el país es “el ejemplo” a nivel internacional; pero extrañamente usted sentirá en su bolsillo que sus números le cierran menos.
El presidente de la República le asegurará en grandilocuentes discursos “que los números saltan a la vista” y que el país es cada vez más seguro, pero usted, al contrario, invertirá cada vez más en su seguridad.
Antes se decía que el papel aguanta todo; hoy, quizás pasaron a ser los números los que todo lo sustentan. Es que nos enseñaron a creer ciegamente en ellos, porque si bien los números no mienten, también son fáciles de manipular.
A pesar de que los mismos números de una última encuesta demuestren que la gestión de estos ocasionales administradores del reino no gozan de aprobación popular, insisten sus secuaces –incluso pisando la Constitución– para lograr una cantidad de números que les permitan de alguna forma postular una reelección de mandato.
¿Conseguirán los números?